El monje Ryozan Enkan – patriarca numero cuarenta y dos, fue discípulo y asistente de Doan Kanchi. En cierta ocasión Doan Kanchi le preguntó:
– ¿Cual es el asunto que se esconde tras el manto?
– Ryozan Enkan permaneció sin responder y Doan Kanchi insistió:
– No existe nada más penoso que estudiar la Vía del Buda y no alcanzar este dominio. Ahora debes formularme una pregunta.
Entonces Ryozan Enkan preguntó:
– ¿Cual es el asunto que se esconde tras el manto?
– Intimidad – respondió Doan Kanchi.
En este momento Ryozan Enkan alcanzó el gran despertar.
Circunstancias
Nadie sabe de donde procedía Ryozan Enkan, pero su nombre familiar era el de Ryozan Enkan. Fue discípulo de Doan Kanchi y, en calidad de sirviente suyo, era responsable del cuenco y el manto. En cierta ocasión, Doan Kanchi entro en la sala de meditación sin llevar el manto del Dharma sobre sus hombros y, en cuanto se percató de ello, Ryozan Enkan se lo trajo de inmediato. Fue entonces cuando Doan Kanchi preguntó: ¿Cual es el asunto que se esconde tras el manto? Ryozan Enkan se quedo atónito sin saber que responder pero, al concluir este dialogo, había alcanzado el despertar. Entonces se postró y sus lagrimas de gratitud humedecieron el manto. En aquel momento Doan Kanchi dijo:
– Ahora que haz alcanzado el gran despertar, ¿podrías expresarlo?
Ryozan Enkan respondió afirmativamente y Doan Kanchi preguntó nuevamente:
– ¿Cual es el asunto que se esconde detrás del manto?
– Intimidad – respondió Ryozan Enkan
– Intimidad, Intimidad – apostilló Doan Kanchi
Teisho
Posteriormente el maestro habló con frecuencia de la intimidad de su enseñanza. Cuando se estableció en el monte Liang, muchos monjes solían preguntarle sobre el asunto que se esconde tras el manto del Dharma. Así, en cierta ocasión, un monje le preguntó:
– ¿Cual es el asunto que se oculta bajo el manto?
– Ni siquiera los sabios pueden revelarlo – respondió el maestro
– ¿Que podemos hacer cuando resulta difícil proteger nuestra cas de los ladrones? – preguntó otro discípulo.
– Si eres consciente de ellos no te causaran ningún problema – replicó el maestro.
– ¿Que ocurre cuando los reconoces? – preguntó entonces otro monje.
– Puedes desterrarlos a la tierra del no nacimiento – contestó el maestro.
– ¿Acaso no es ese el lugar donde viven en paz? – insistió el mismo discípulo.
– El agua estancada no es buena morada para los dragones- replicó el maestro
– ¿Que debemos hacer cuando se han vaciado todos los estanques y han sido demolidas todas las montañas? Prosiguió preguntando el monje.
El maestro descendió entonces de su asiento, cogió al estudiante y le dijo:
– No sigas humedeciendo el borde del manto de este viejo monje.
En otra ocasión, alguien preguntó:
– ¿Quien es el Yo que estudia?
– Dentro de los limites de las murallas imperiales reside el emperador; más allá de las fronteras, el general – replicó el maestro.
Así es como el maestro ilustraba siempre la intimidad de su enseñanza a sus discípulos.
En esta historia se dice que “no hay nada más penoso que estudiar la Vía y no llegar a realizarla”. ¡Cuan ciertas son esas palabras! Incluso si llegaseis a pulverizar el cojín de meditación a causa de vuestras prolongadas sentadas perseverando incansablemente más allá de la fatiga, haciendo gala de una conducta intachable, os resultará imposible, si no alcanzáis este dominio, escapar de los tres mundos. Por más que poseáis los cuatro tipos de elocuencia y las ocho expresiones, vuestras predicas lo impregnen todo como la niebla, vuestras palabras fluyan como las olas del océano, vuestros sermones del Dharma hagan resonar los cielos y la tierra, provoquen el temblor del suelo y desaten tempestades, no conseguiréis, sin embargo, atemorizar lo más mínimo al viejo Yama, Señor de la Muerte. Por más que practiquéis interminablemente, por más que controléis vuestros pensamientos y soseguéis vuestras emociones, por más que consigáis que vuestro cuerpo se como el leño seco y las frías cenizas, y que vuestra mente deje de reaccionar ante los estímulos externos, por más que logréis mantener vuestra intención plenamente independiente de las circunstancias y lleguéis incluso a alcanzar al liberación mientras estáis sentados o a morir mientras estáis de pie y os parezca que sois independientes tanto de la vida como de la muerte, si con todo ello no conseguís penetrar todavía en ese dominio, todo lo anterior carecerá del más mínimo valor para los patriarcas del Buda. Es por esto por lo que un anciano dijo: “Todos nuestros antepasados consideraron que este asunto era de capital importancia”.
El primer patriarca del linaje Soto – de nombre T´ung Shan- preguntó a un monje:
– ¿Que es lo peor que existe en el mundo?
– El infierno – respondió el monje.
– No es cierto. Vestir el kesa y no llegar a aclarar el gran asunto el lo más
penoso – respondió T´ung-an.
Pero, si no pones en ello todo vuestro espíritu y sois cautos, no os entregareis a la molicie ni violareis el espíritu de la comunidad Zen. Los antiguos decían: “Si deseáis ocuparos de ese asunto, debéis erguiros sobre la montaña mas elevada y caminar sobre el lecho del océano mas profundo. Solo entonces podrá decirse que empezáis a vivir. Si todavía no la habéis entendido seguiréis errando por el camino oscuro.
Y no solo eso, sino que el Buda Shakyamuni y el resto de los budas que llenan los confines del espacio y del tiempo dicen, en el capitulo llamado “Medios Hábiles”, perteneciente al Sutra del loto, que “el único motivo por el que los budas aparecen en el mundo es para ayudar a aclarar este gran asunto, es decir, para revelar a los seres su verdadera naturaleza y su visión budica, para que despierten y profundicen en si mismos. La aclaración de ese punto e lo único que importa. No os conforméis simplemente con parecer discípulos del Buda ya que, hasta que no hayáis aclarado este asunto, no os diferencias en absoluto de los seres humanos ordinarios y vuestra visión y vuestra audición serán idénticas a las suyas. No se trata simplemente de una cuestión externa ya que, internamente, no podéis olvidaros del apego a los objetos externos. El hecho de parecer discípulos del Buda no es mas que una cuestión de apariencias. En ultima instancia, todos somos iguales y, cuando vuestra respiración se detenga y vuestros ojos se cierren definitivamente, vuestro espíritu seguirá sintiéndose atraído por los objetos y errando por el triple mundo. Por mas que hayáis cosechado excelentes resultados como, por ejemplo, un nacimiento en el reino celestial o en el humano, seguiréis siendo como ruedas que giran y giran incesablemente por los senderos del renacimiento.
¿Cual creéis que es la intención original implícita al hecho de alentar a las personas a abandonar el hogar y poner fin a sus pasiones, sino la de ayudarles a alcanzar la sabiduría y la visión del Buda? Tomarse la molestia de fundar comunidades Zen y reunir a las cuatro congregaciones (monjes, monjas, laicos y laicas) es el único objetivo. Es por esto por lo que nos referimos a la sala de meditación como el lugar en que se manifiestan los budas y en el que las personas que destacan son llamadas “guías”. No se trata simplemente de fundar comunidades y congregar a las personas para hacer ruido. El único propósito autentico consiste en llegar a aclarar completamente el “Yo”.
Poco importa si no habéis aclarado este asunto, que asumáis la apariencia de un monje y participéis de una comunidad Zen porque, en tal caso, no haréis mas que esforzaros inútilmente sin llegar a alcanzar jamás ningún resultado. En estos últimos días del Dharma degradado, el espíritu de los principiantes y los veteranos vagabundea de continuo y, por tanto, no puede llevar hasta sus ultimas consecuencias el estudio del Dharma, por mas que traten de imitar las actitudes y las actividades de los antiguos iluminados. Los monjes de hoy en día carecen de una conducta estable y no desean emprender la disciplina necesario ni las artes externas e internas de lamente y, de este modo, parece como si las reglas monásticas hubieran desaparecido. Por mas que logréis los mismos estados mentales que los antiguos y hasta os comportéis como ellos, si no habéis clarificado el dominio de la Mente, solo llegareis a alcanzar estados humanos o celestiales impuros. ¡Cuanto más se aplicará esto a aquellas personas que, sin haber aclarado el dominio de la Mente ni dominado su comportamiento, se atreven a aceptar ofrendas de devotos!
Así pues, un antiguo dijo: “El mundo ha degenerado y la gente se ha relajado. Aunque nuestro comportamiento físico y nuestros estados mentales no sean como los de los antiguos santos, si uno es capaz de clarificar el gran asunto completa e íntimamente no será muy diferente de los budas de los tres tiempos. Esa persona se convirtiera entonces en hermano de los patriarcas y de los antiguos adeptos del pasado. En ningún momento ha habido triple mundo del que escapar ni seis senderos del renacimiento a los que renunciar”. Estudiad, por tanto, meticulosa y exhaustivamente. Aclarad el asunto que se esconde tras el manto del Dharma ni con las diferencias entre la India, China y Japón. No os sintáis apesadumbrados por vivir en los últimos días del Dharma ni os preocupéis tampoco por el hecho de no residir en la India ni en China.
En ultima instancia, el poder de los budas es insuficiente para revelaros el gran asunto. No se trata de un sendero que podáis heredar de vuestros padres o legar a vuestro hijos. Debéis recorrerlo, despertarlo y alcanzarlo por vuestros propios medios. Aunque la práctica pueda durar una infinidad de eones, la experiencia del despertar es instantánea. Y, cuando hayáis despertado, no quedará ni un pelo en el cielo o en la tierra al que aferraros. Cuando entréis en ese dominio no habrá nada que pueda sustraerse a vuestra mirada por toda la eternidad. ¿Como seria posible recibir algo de los budas?
Si queréis alcanzar plenamente este dominio debéis abandonarlo todo, no identificaros ni rechazar al yo o a los demás, y no tratar siquiera de buscar el dominio de los budas y los patriarcas. Mirad sencillamente dentro de vosotros mismo renunciando a todo asomo de la intelectualizacion. No cabe la menor duda de que existe algo que no posee piel ni carne. Su cuerpo es como el espacio y carece de una forma concreta. Es transparente, resplandeciente y luminoso como el agua pura y cristalina. Todo lo que tenéis que hacer es convertiros plenamente en ello
Poema
Ahora, decidme, ¿como podría comunicarse este principio?
La transparencia del agua
nos permite ver el fondo.
La perla resplandece naturalmente
sin necesidad de tallarla ni pulirla.
(1) Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.