“El vuelo del pájaro no deja rastro alguno.
¿Para qué establecer, pues, estadios en el camino?” – Keizan Zenji
El trigesimocuarto maestro ancestral fue el gran maestro Seigen Gyoshi (Ch´ing-yüan Hsing-ssu) que en cierta ocasión le pregunto a Daikan Eno, el sexto maestro ancestral chino:
-¿Qué debo hacer para no estancarme en ningún nivel o estadio?
– ¿Qué es lo que has estado haciendo hasta ahora? – preguntó el maestro Eno.
– Ni siquiera he practicado las cuatro santas verdades replicó Seigen Gyochi.
– Entonces, ¿Qué estadio has alcanzado? – inquirió nuevamente el maestro.
-¿De que estadio podría tratarse si todavía no he practicado las santas verdades? – respondió Seigen Gyochi.
El maestro Eno quedó profundamente impresionado ante tal respuesta.
Comentarios de Keizan Zenji:
“Ni siquiera he practicado las cuatro santas verdades”. Eso es difícil de escuchar y mas todavía de encontrar. Si no atravesáis por completo la situación os quedareis estancados y, en tal caso, siempre persistirá algún rastro de apego al yo y correréis el riegos de caer en la trampa de la liberación, lo que ha sido llamado “el apego al Dharma” (o, según Yünmen, “la enfermedad del Cuerpo del Dharma). Seigen Gyochi, sin embargo, no solo reconoció su verdadera naturaleza original, sino que también atravesó por completo aquella barrera. Es por esto por lo que el maestro le preguntó: “¿Que estadio has alcanzado?”. Pero en ese domino no existe ni dentro ni fuera, ni el mas afilado cuchillo ni el hacha más penetrante pueden hender esa profunda morada. Es por esto por lo que el maestro insistió:
-¿De que estadio se trata?
-¿De que estadio podría tratarse si todavía no he practicado las santas verdades” respondió entonces Seigen Gyochi.
Por más que intentéis discriminar estadios o niveles, en el cielo nunca ha habido fronteras. ¿Dónde podríais apoyar las escaleras? Desde los tiempos más remotos, quienes han comprendido literalmente el reino de la vacuidad han creído erróneamente que todas las cosas están vacías y también han concluido equivocadamente la inexistencia de la miríada de las cosas. Seigen Gyochi, no obstante, respondió: “ni siquiera he practicado las santas verdades” ¿Cómo podría, pues, estancarse en el vacío de las cosas? En realidad, ese reino resplandeciente y vacío es más deslumbrante que el más esplendoroso de los soles. Pero aunque esa amplia, excepcional y autentica naturaleza no pueda ser objeto de discriminación, posee, sin embargo, una comprensión completa, perfecta y clara. Y, aunque no este ligada a huesos ni medula, también posee, no obstante, un cuerpo resplandeciente que no está cubierto ni tampoco oculto, un cuerpo que no puede ser discernido mediante la conciencia y la comprensión ordinarias. En realidad, conocimiento ordinario también participa de esa sabirudia y movimiento y la quietud no son otra cosa más que eso.
Los mismos bodhisattvas que se hallan en el décimo estadio todavía no llegan a contemplar claramente la naturaleza búdica. El Buda decía que “quienes postulan una esencia de las cosas y establecen prácticas (distintas a las actividades ordinarias) no han llegado todavía a ver directamente la naturaleza búdica. En ultima instancia, para los budas no existen prácticas ni reino de la esencia, puesto que ellos contemplan directamente dicha naturaleza”. En el capitulo titulado “Despertar a la Naturaleza budica”, del libro octavo del Sutra del gran nirvana, se dice: “Aunque innumerables bodhisattvas estén dotados de todas las perfecciones y hayan actualizado los diez estadios son, sin embargo, todavía incapaces de ver su naturaleza budica”. Es por esto que el Buda dijo que su visión todavía era deficiente. Así pues, si el bodhisattva que se halla en el décimo estadio aun no puede contemplar directamente la naturaleza budica, ¡Cuánto menos podrán verla los oyentes o los budas que han alcanzado la liberación por su cuanta y riesgo!”. Desconfiad de la visión y de la audición, desconfiad del mundo externo, no utilicéis la mente pensante, id más allá de todo eso y tal vez entonces lleguéis a la realización inesperada del conocimiento despierto que no proviene de nadie.
Fuente: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona: Editorial Kairós