Ven, confia en mí.
Dice muy dulcemente.
¿Quien está detrás?
Soñé el otro día que todos se quitaban la mascara. Los blancos sus mascaras de blancos, las mujeres sus mascaras de mujeres, los negros sus mascaras de negros, los pobres sus mascaras de pobres, los ricos sus mascaras de ricos. Sentí alivio. Que bonito sería, me dije en aquel sueño, si pudiésemos compartir abiertamente, desnudos en el corazón, como niños frente a un espejo. Si lo hiciésemos si quiera una vez del todo, si dejásemos por solo una vez completamente nuestra mascara de lado, seguro que después nada mas volvería a ser lo mismo. Seguro que no daríamos más tantas pataletas y dejaríamos de culpar a otros y dejariamos en seguida de golpearles. Seguro que seria algo doloroso, si, porque veríamos con claridad a que hemos estado jugando, que hemos sido injustos, que hemos mentido pero a pesar del dolor sentiríamos alivio. Estoy seguro de ello porque sería como dejar de humillarnos a nosotros mismos. Sería como volver a casa. O como sumergirse en las aguas del océano infinito.
Y es que portamos mascaras en todo instante. Tanto afuera como adentro. Afuera se pueden observar las mascaras en la pobreza, en la dependencia, en los privilegios, en la discriminación y en los derechos humanos. Adentro en nuestra categorías, en nuestra manera de interpretar la vida, en nuestros valores, en aquello que determinamos como superior al igual que aquello que vemos como inferior. Incluso en aquello que llamamos „normal“: Lo normal siendo una mascara especialmente controvertida, pues ¿que es lo normal más allá de toda mascara o con otras palabras si no existe un yo permanente?. Visto de esta manera entonces ¿no implicará querer establecer lo que es normal en la sociedad, establecer el valor que domina? De ahí quizás se entienda entonces que hayan por lo minimo tantas mascaras como los hay seres en el mundo. En la naturaleza por ejemplo existe la flor del diablo (Idolomatis diabolicum) que no es una flor precisamente sino que una mantis que con su cuerpo imita una flor. Una equivocación fatal para los insectos que la confunden con un sitio de reposo como también para aquellos que la toman como un buen bocado. O también hay orquídeas que desprenden un aroma que imita el olor de una abeja reina en su vuelo de matrimonio lo que para las abejas trabajadoras significa un perfume irresistible.
Así al despertar tras este sueno sentí alivio pero a la vez se formaban en mi muchas nuevas preguntas. Me pregunté por ejemplo que es el analfabetismo religioso desde una visión desprovista de cualquier mascara y más allá de cualquier interés y de todo oportunismo. La única respuesta que encontré fue que si hay algo así como el analfabetismo en cuanto a lo espiritual es el desconocer el hecho que todo lo que acontece en el interior está reflejado en lo que vemos fuera. Es ahí donde la enajenación y la alienación verdaderamente comienzan. Si, la discriminación y el racismo estructural existen, existen los intereses, existe la manipulación y la corrupción también pero existen sobretodo porque están cimentados en nuestra mascara, porque existen en nuestra mente. Ahora no niego que quitarse la mascara de turno no conlleve dificultades. Exige conducir la mirada a nuestro interior, cuestionarnos a fondo suceda lo que suceda a nosotros mismos ¿pero acaso no vale la pena?, ¿y es que como encontrar paz y satisfacción verdadera, como acceder a nuestra verdadera naturaleza si no nos hemos encontrado a nosotros mismos?
Ahora, después de este sueño, me pregunto si no es algo ingenuo pedir que todos se quiten sus mascaras. Sobretodo asumiendo que muchas veces no somos ni conscientes de que llevamos puesta una. Ingenuo considerando que hay los que utilizan sus mascaras como un arma y que quitarnos la nuestra nos hace vulnerables. Pero más allá de todo sueño la vulnerabilidad no tiene porque significar debilidad pues debil, si se persiste en aplicar el termino, verdaderamente es solo la visión fragmentada. Aun así, hecho es que sea por la razón que sea, no todos podemos o ni estamos dispuestos a quitarnos nuestras caretas. Y es ahí donde nos encontramos con la importancia del estado y de las leyes. Si el estado es claro en cuanto a las leyes y la ley imparcial en cuanto a los derechos y deberes de tod@s los ciudadan@s, la democracia se revitaliza. De otra manera, si estos apoyan los privilegios y con ello la construcción de identidades ficticias, los órganos estatales pasan a debilitar la convivencia en harmonía. ¿De donde se todo esto? Es lo que sugiere la postura del cuerpo cuando se armoniza con la respiración y la mente. Cuando la mente reconoce el detalle pero a la vez la imagen completa porque no rechaza ni se apega.
Cuando todos se quitan las mascaras, los blancos dejan de ser solo blancos, las mujeres dejan de ser solo mujeres, los negros dejan de ser solo negros, los pobres dejan de ser solo pobres y lo ricos dejan de ser solo ricos. La fragmentación cesa y todo vuelve su lugar de origen. El sitio donde no hay los de afuera y los de adentro, donde no hay ni colonialistas ni colonializados, donde no hay ni opresores ni oprimidos ¿Un lugar idílico, una utopía, solo un sueño?. Solo si la ultima mascara aun no ha caido.