Tantos árboles,
Que el bosque ni se ve.
¡Es de lamentar!
De la misma manera como el aire rige en el cielo. Así mismo como la tierra forma la montaña. Al igual como los arboles componen el bosque o como el agua es el elemento que predomina en el mar, de la misma manera es la paz nuestra condición normal. El estado de balance del espíritu humano. El punto de partida y de llegada a la vez. Y aun así, mientras exista cualquier contradiccion entre el ruido y el silencio, entre el conflicto y la paz o entre el odio y el amor jamas habrá paz de verdad. Siempre seguirá habiendo algo que interfiere entre nosotros y el silencio, entre nosotros y el amor, entre nosotros y la paz.
¿Pero que es aquello que interfiere entre nosotros y la paz, entre nosotros y el amor y nos impide alcanzar la felicidad?. Tal vez algunos de nosotros se conformen con el hecho de que siempre habrá un trecho que separa lo comun y corriente de la budeidad o al ser humano de lo divino. Pero también puede ser que descubramos que lo que interfiere entre nosotros y nuestro ideal no es otra cosa que nuestro propio sufrimiento individual. Nuestra contradicción personal. El mismo sufrimiento que nos ha traído hasta la necesidad de practicar. La misma dolencia que nos hace pensar que está bien luchar por el bien. El sufrimiento que así nos da a entender con claridad que no son las religiones o las creencias espirituales lo que nos insta luchar por el bien sino que nuestro karma individual. Una conclusión que se expresa ya en la forma. Ahí donde siempre se podrá observar directamente toda contradicción. Como la irracionalidad de asumir que esta bien obligar a alguien en nombre del amor o la locura de pensar que está bien matar en nombre de la paz.
Evidentes contradicciones que ya a primera vista expresan un desbalance entre lo material y lo espiritual y que tienen su origen en el pensar. En el habito mental de crear separación entre lo observado y el observador y de identificar lo observado en relación a las cosas a su alrededor. Un hábito que se puede poner en evidencia ya al preguntarnos que seria de las cosas si no las identificásemos a través de su relación con lo demás. ¿Qué sería de las cosas si no las identificásemos por su color, su olor, su gusto o la sensación que despiertan en nuestro interior? Por lo tanto una costumbre en el pensamiento que invade hasta el horizonte todo nuestro paisaje mental. Incluso hasta los conceptos mas básicos del budismo Zen. Como lo es el del karma, del cual frecuentemente mantenemos ideas que ingendran mucha confusion. Como el concepto de distiguir entre un karma bueno y un karma malo. Algo que fomenta una nueva especie de moralidad lo que ya a primera vista se contradice con las enseñanzas más básicas del budismo Zen en el cual lo más inmoral es justamente la moralidad. Simplemente porque en el budismo el karma bueno y el karma malo son solo creaciones mentales que no acontecen en la realidad. En la realidad todo es impermanente e interactua con todo en toda dirección dentro del omnipresente movimiento universal.
Aun así muchas veces podemos observar que existe todo un debate publico alrededor de la culpabilidad. Se habla de un karma bueno o un karma malo con tanto fervor que tarde o temprano se despierta en nosotros la pregunta si en realidad no nos encontramos sumergidos en una especie de negocio con la culpabilidad. El negocio que acontece cuando alguien se siente culpable o cuando se le quiere hacer sentir como tal. Una situación que se presta para cuestionar nuestra independencia y nuestra individualidad inculcándonos que si ahora estamos aquí en esta penosa situación es solo debido a nuestros propios actos pasados y no a una situación especifica a nuestro alrededor. Un negocio muy rentable para algunos grupos espirituales y que perdura hasta que la persona afectada acude a una instancia superior para que esta le perdone y le libere de su culpabilidad. O hasta que descubre que la culpabilidad existe solo si lo dicta la ley.
El hecho que el comercio con la desgracia sea un negocio muy rentable explica también porque siempre habrá alguien que nos quiera “ayudar”. Están los que nos recuerdan abiertamente nuestra culpabilidad y están también los que nos quieren ayudar para que reconozcamos nuestra culpabilidad y alcancemos la liberación. Asimismo están también aquellos que nos ayudan a liberarnos del negocio que trafica con la culpabilidad. Se requiere sabiduria para distinguir entre estas diferentes formas de ayudar. Osea que es muy importante comprender que el Karma bueno y el Karma malo son solo fenómenos mentales y por Ende solo una expresion del sufrimiento más. Ante todo lo dicho quizas alguien concluya que el Karma no existe como tampoco existe el bien y el mal. Una conclusion que expresa nuevamente nuestro habito mental de poner las cosas en contradiccion. Pues la ley de causa y condición existe de igual forma como también existen el acto beficiente y la accion que provoca más karma aun.
En este sentido creemos que es importante recalcar nuevamente la importancia de respetar en todo instante la ley que rige en la sociedad también en el trabajo espiritual. La ley es un logro de la humanidad que nos protege de fenómenos de fobia social como los linchamientos o las persecuciones que han ocurrido en toda la historia de la humanidad en nombre de la religión. Aquellas mujeres a las que se les llamaban brujas porque ejercían algún tipo de medicina alternativa u otra forma de espiritualidad nos lo recuerdan de la misma manera como las tantas otras minorías como gitanos, indígenas, afroamericanos, judíos, homosexuales y tantos más. En fin, todo quien no encajaba con la creencia al mando caía en desgracia de la comunidad. Y hemos de revisar si estos hábitos hoy en día han cambiado de verdad. Pues muchas veces es asombrante con que intensidad e incluso gusto se le ataca a alguien una vez que se le ha identificado como no afín a una comunidad. Dan mucho que pensar las formas con la cual actúan algunos grupos con sus leyes no escritas. Primero se identifica al supuesto individuo que ha caído en desgracia de esta supuesta comunidad y todo el mundo intenta hacerle a su manera entender. Cada uno a su manera y lo mejor que puede y por su puesto si es posible sin que se pueda comprobar. Expresiones del sufrimiento que sobretodo nos demuestran que en samsara todos sufren, tanto los malos como los supuestamente buenos, pero también que es de suma importancia poner en evidencia toda práctica que emplea el castigo o la represión. Estas prácticas son el veneno de toda religión.
Así que nuevamente pero esta vez desde más allá de cualquier convicción social nos preguntamos si en esta vida será posible la salvación. Y tal vez algunos de nosotros concluyamos que la paz es un sitio de silencio total. Completamente ausente de emoción. Lo que sería erróneo negarlo pero que también estaría equivocado afirmarlo. Pues la verdadera paz significa sobretodo unidad en toda dirección. Entre afuera y adentro, entre lo observado y el observador como también entre samsara y nirvana. Y esta unidad que se expresa aquí y ahora y en toda dirección solo se realiza siendo nosotros mismos en todo instante el cambio que queremos ver. Dejando toda contradicción atrás haciéndonos uno con el cielo, con la montaña, con los árboles, con el agua, con este instante. Con este momento que es el punto de partida y el instante de llegada a la vez.