Cortar las flores.
Parar la primavera.
¡Que barbaridad!
No existe la neutralidad. En primavera la vida vuelve a despertar. El hielo se derrite, se convierte en agua, vuelve a fluir. Las flores vuelven a brotar. En verano lo verde recupera su madurez. El sol arde en toda dirección. Otorga calor. Da satisfacción. En otoño la naturaleza generosa vuelve a soñar. De la primavera, de lo que una vez fue pero también sobre el invierno y de lo que está por llegar. En la naturaleza no existe la neutralidad. Todo es un ir y venir. Autentico y singular y a la vez en todo instante también plural.
Lo mismo ocurre también en nuestra mas inmediata realidad. Mas allá de los ideales, mas allá del apego y más allá del rechazo no hay neutralidad. No cerramos los ojos
ante la realidad mas inmediata en la que vivimos. No nos situamos en una esfera de comodidad tratando de complacer a todo el mundo en toda dirección. De ser así estaríamos negando nuestra identidad. Seria como desmentir nuestra naturaleza humana. Seria ningunear el flujo de intereses que caracteriza nuestra vida en sociedad. Ósea que nos implicamos. Pero lo hacemos de una visión de la realidad que está más allá de la fragmentación. Desde una perspectiva en la cual la primavera, el verano, el otoño y el invierno se encuentran entrelazados por el constante ir y venir.
Una vez le preguntó un monje al gran maestro Tozan Ryokai (1) :
– ¿Como se puede evitar el frío o el calor cuando arriban?
El maestro dijo:
– ¿Por qué no te vas a un lugar en el cual ni el calor ni el frío existen?
El monje preguntó:
– ¿Qué lugar es ese donde no existen ni el calor ni el frío?
El maestro respondió:
– Cuando hace frío, mata al monje que tiene frío. Cuando hace calor, mata al monje que tiene calor. (2)
Esta historia ha sido interpretada muchas veces como si el monje estuviese hablando de la verdad relativa reducida a los fenómenos y el maestro estuviese hablando desde la verdad absoluta de la unidad. Una interpretación que bien refleja una vez más el habito de separar la realidad en dos. En este momento y uno supuestamente mejor. Entre el monje y el maestro. Como si el objetivo de nuestra practica fuese en convertirse en una especie de ser superior que ha aprendido a amaestrar su emoción. ¿Pero será esto así? Que lamentable resulta algunas veces observar como la dualidad invade hasta casi el ultimo rincón de lo que llamamos la pureza original. Pero en el Zen mientras exista un ultimo rincón siempre habrá salvación. Ósea que debe ser otra cosa a lo que refiere el maestro Tozan cuando le indica al monje que se dirija a un lugar donde no existen ni el calor ni el frío. Debe ser otro lugar. Más bien se refiere el maestro a uno de los mas grandes meritos que tiene la práctica de Zazen. El merito de interrumpir todo habito en nuestra mente que nos distancia de ser quienes somos de verdad. Hábitos como aquel que consiste en asumir de manera automática que lo que pensamos es la realidad. Como el habito de ver las cosas fragmentadas y separadas del contexto de la unidad. O el habito de ver la primavera y el invierno en oposición.
Hay quienes dicen que la práctica espiritual debería abstenerse a pronunciarse sobre lo que ocurre en la sociedad. Unos dicen que no mezclar la vida espiritual con los procesos sociales es una herencia histórica del contexto cultural en el que vivimos. Otros dicen que el ser humano debe admitir su imperfección. Y otros simple afirman que se necesitan metas e ideales para superarnos o para poder mejorar.
Creamos lo que creamos, sea cual sea la posición que adoptemos en cuanto a la compatibilidad entre la espiritualidad y la vida en sociedad, hecho es que los derechos humanos son de todos. Son un logro de la sociedad en la que vivimos, cuales deben ser no solo respetados sino que sobretodo protegidos. Derechos que no dan margen para la especulación.
Llegando aquí nos volvemos a encontrar con las palabras del maestro Ryokai cual dicen:
“Cuando hace frío, mata al monje que tiene frío. Cuando hace calor, mata al monje que tiene calor”.
Como veníamos viendo estas palabras pueden ser interpretadas como una apelación a ver la cosas desde lo absoluto, lo en el Zen equivale al espacio libre de ideales y carente de cualquier distinción. Ideales como el de ser monje, romanticismos como el de ser de buen corazón o distinciones como entre monjes y laicos, como entre el frío y el calor o el verano y el invierno. Un lugar en el cual las cosas de instante a instante son como son y en el cual hacemos simplemente lo que hay que hacer sin apegarnos a ningún ideal. Pero también es posible dar un paso más allá. Arribando a un lugar desde el cual todo se ve con más claridad y que desde este panorama mas amplio nos ayuda superar el inmovilismo que conlleva consigo tanto el ideal como la ausencia de ideal. El sitio en el cual comprendemos que si no nos pronunciarnos ante la injusticia es porque nos hemos acomodado. Sea en un ideal o sea en la neutralidad que implica la ausencia de ideal. Este es la comprensión que nos conduce hasta el lugar donde muere tanto el monje que tiene frío como el que tiene calor. Donde las distinciones cesan, donde el mundo interior esta en sintonía con el mundo exterior y nos volvemos el cambio que queremos ver. Donde vemos con claridad toda necesidad como lo que es. Como la necesidad de condenar todo procesos alineatorio con claridad ya que estos desde ya demasiado tiempo vienen poniendo en peligro la paz social. O como la obligación de no dejar sin mencionar el hecho que toda tendencia alineatoria esta estrechamente ligada a la ignorancia y contra esta la herramienta mas eficaz siempre ha sido y será la educación. En este sentido la educación se demuestra ser nuevamente la medida mas eficaz para asegurar la paz social. Otro derecho humano elemental que a pesar de su importancia sigue sin ser considerado como lo que es si tomamos en cuenta el hecho que casi el 22% de la población infantil chilena vive bajo de la linea de pobreza y esta vulnerabilidad económica les impide que gocen de este derecho vital. Datos que una vez mas nos demuestran que no hay otra opción al implicarse en la realidad pues la neutralidad no es otra cosa que una ilusión más.
Pablo Neruda decía: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera“. Ciertamente no se puede detener la primavera si esta es comprendida como una expresión de la impermanencia mas. ¿Pero porque permitir que corten todas las flores? Es hora de darle cuidado y protección al jardín de la diversidad.
(1) Maestro Tozan Ryokai – Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. ver más información aquí
(2) Shinji Shogobenzo,Libro 3, Caso Nr.25, Maestro Dogen.