El frio sopla
entre campos y ramas
sin distinguir
Shoaku makusa – ¡No cometáis el Mal! Así expresa el maestro Dogen en el Shobogenzo las enseñanzas del budismo cuando se trata de solventar una situación de injusticia real. Cuando no se trata de adoptar un código de conducta estandarizado sino que nos toca posicionarnos porque nuestra más inmediata realidad así nos lo exige. Cuando escuchamos las noticias sobre los conflictos que hay y oímos cantar a Bob Marley “hasta que la filosofía que sostiene que existe una raza superior y otra inferior sea finalmente y permanentemente desacreditada siempre habrá guerra”. Cuando comprendemos que hay una verdad mas o menos oculta detrás de estos versos que puede ser aplicada a cualquier práctica religiosa, a cualquier sistema político o a cualquier sistema moral ya que siempre que se sostenga que existe un sistema de valores superior a otro y a partir de ahí pensemos que tenemos que convencer o convertir a alguien en algo diferente a lo que ya es, y hasta que esta creencia no haya sido del todo abandonada y desacreditada, siempre habrán conflictos y desamistad.
Y es aquí justamente donde nos encontramos con el mensaje de paz del Budismo Zen. Pues en el Budismo “no cometer el mal” significa en primer lugar impedir que el Mal surja comprendiendo el origen del sufrimiento. Con palabras de Saikawa Roshi reconociendo el dualismo dentro de nosotros que nos impide ver nuestro verdadero Ser. Entendiendo y experimentando que el sufrimiento y los conflictos siempre comienzan en nosotros mismos. Algo que se puede observar sobretodo cuando pensamos que ya sabemos que es la verdad o cuando pensamos que sabemos que es el Zen o cuando pensamos haber encontrado la postura ideal. Lo que se verifica cuando escuchamos las enseñanzas y las interpretamos desde nuestra visión particular. Cuando leemos textos o versos antiguos del Budismo como aquel sobre el esfuerzo correcto (Samyagvyayama) que nos dice que hay cuatro clases de esfuerzo:
– Impedir que surjan estados perjudiciales que aún no surgieron.
– Disolver los estados perjudiciales ya surgidos.
– Generar estados provechosos que no han surgido aún.
– Mantener los estados provechosos ya surgidos.
y a estas enseñanzas les damos nuestro enfoque individual.
Pues si observamos con atención, ya al recepcionar estos textos nuevamente enfocamos nuestra atención hacia el exterior. Pensamos que hay un enemigo en el exterior que debemos impedir que surja ignorando el hecho de que si hablamos de malas hierbas como metáfora en cuanto a los estados perjudiciales que aún no surgieron, en realidad estamos hablando de la mala hierba en nuestro interior. Un punto muy importante en nuestra práctica porque si alguna vez nos hemos preguntado como puede ser que una victima inofensiva se haya convertido en un verdugo feroz, la respuesta la encontramos justamente aquí. Cuando pensamos saber que es la verdad y partir de esa interpretación comenzamos a criticar, juzgar o a manipular sin darnos cuenta que el punto de partida de nuestra opinión es siempre la actividad mental.
Por eso nuestra primer tarea en la práctica del Zen consiste en ir más allá del dualismo. El dualismo que divide dos caras de una misma cosa en una cara inferior y otra superior. El dualismo que nos hace enfocar nuestra atención solo en determinadas ramas o árboles y que así nos impide ver el bosque en su totalidad. Llegando hasta aquí nos preguntamos ¿que significa ir más allá del dualismo? ¿Qué significa no hacer el Mal? ¡ Preguntas que nos obligan a responder con otra pregunta a la vez ¿Que si no practicar aquí y ahora la unidad? Practicar la unidad del objeto y el sujeto, de lo interior y lo exterior así como la unidad de lo relativo y lo absoluto también. La unidad que nos permite ver tanto las ramas como el bosque a la vez. ¿Cómo realizarlo? Haciendo en todo instante con todo nuestro ser lo que en el respectivo instante nos toca hacer. No solo durante Zazen, sino que en todo instante de nuestra vida también. Cuando alguien nos extiende su mano pidiéndonos nuestra ayuda ¿qué habría por dudar en un momento así? Entendemos de esta manera que el arrepentimiento mucho tiene que ver con dudar. Esta es una manera de entender la metáfora del espejo. Un espejo, en el instante en el cual los fenómenos aparecen nada rechaza ni a nada se apega. El espejo no separa entre lo sagrado y lo profano, entre la practica religiosa y la vida cotidiana y justamente esta cualidad es la que hace que pueda contener todo el universo en si.
En estos momentos no solo en Chile se habla mucho del rumbo que hay que darle a la educación. No solo porque se busca la prosperidad si no que tal vez porque sea esta la única forma para alcanzar algún día la paz mundial. Asumimos así que la educación debe ser un proceso de constante transformación enfocada sobretodo en la emancipación individual. Pero por otra parte observamos que este proceso se ve limitado por la realidad social en la que vivimos. Osea que de principio asumimos que hay una brecha entre nuestros sueños y la realidad. ¿Pero que sucede si aceptamos completamente tanto nuestros sueños como la realidad? ¿Que sucede si aceptamos completamente la realidad social en la que vivimos y dentro de las posibilidades que esta nos da, enfocamos la educación en dirección hacia la emancipación individual? Tal vez descubramos que en ese mismo instante la educación ya se ha convertido en un proceso de transformación. Eso es por lo menos lo que nos indica la practica de la unidad cuando esta no se limita solo a Zazen.
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