Un homenaje,
Con múltiples colores.
Vuelvo a casa.
Volver a septiembre es como volver a casa. Es como tras toda una odisea volver a la verdadera primavera. Es como volver ahí donde todo tiene su origen, ahí donde todo ha comenzado. Es volver a la tierra, al agua, al fuego, al aire. Es abandonar la primavera humana y con ello el pensamiento que creo ser solo mío. Si, volver a septiembre también significa volver a la duda. Al olvidarse de si mismo y ya no saber ni donde exactamente ni cuando estamos verdaderamente en casa.
Volver a septiembre es entonces como reencontrase con la senda que nos conduce a través de los caminos interiores. Es volver a aquel camino donde el control solo representa un impedimento evitando que la respiración penetre todo el cuerpo. Ahí donde comprendemos que todo lo que reprimimos tarde o temprano nuevamente sale a la superficie. No solo el apego. También la indiferencia. La frialdad. El no mirarse a los ojos. El reproche. Lo que nos da a comprender desde adentro que amar no puede ser limitado a un concepto al cual nos aferramos. Que no puede ser el impedirnos a nosotros mismos a ser vulnerables o espontáneos escondiéndonos detrás de un rígido muro elevado por nuestras ilusiones.
Volver a septiembre es como regresar al principio donde todo a comenzado. Es el volver al inicio de un nuevo ciclo. Es volver al proceso de constante e incondicional apertura para dar un paso adelante. Al darse cuenta. Es experimentar que así como en la ley de causa y condición no existe un futuro predeterminado esta tampoco tiene un principio. El karma entonces no es como un largo viaje que algún día concluye al haber llegado a su destino. Con otras palabras, el pasado tampoco es un concepto rígido en el cual las responsabilidades ya desde el principio hayan estado repartidas. Pues si miramos con más detalle observamos que desde siempre toda nuestra percepción, toda sensación y con ello la totalidad de la actividad mental está ligada con todo lo que nos rodea. Hecho que cuestiona el verdadero origen de nuestros gustos, de nuestros conceptos, de nuestros valores. Este es el momento en el que las preguntas reaparecen ¿existe entonces la objetividad? ¿qué ocurre entonces con el mundo subjetivo? O ¿existe la memoria en este proceso de incondicional apertura? A quien pregunta le respondo: si, la memoria debe ser cultivada para seguir aprendiendo y no volver a cometer algunos graves errores pero la memoria tampoco debe convertirse en un impedimento que condiciona el futuro.
Volver a septiembre significa volver a casa. Que no exista un principio en concreto no significa que no exista el compromiso. Al contrario incluso. Si la responsabilidad no esta ligada precisamente a las circunstancias externas significa que también han de incluirse las condiciones internas. No se trata entonces tanto de viajes a otro lugar o a otro tiempo incluso. Más bien de lágrimas de gratitud como las que corren cuando nuestra comprensión se a impuesto a nuestra inteligencia. Se trata de volver una y otra vez a la incertidumbre para a pesar de toda la división que implica el empleo de la palabra, seguir aprendiendo. Por el bien todo y todos. Por el bien nuestro. Nuevamente vuelvo ahí donde todo a comenzado y concluyo: quizás sea este descubrimiento más sorprendente que se puede hacer mientras se está de viaje, el hecho de darse cuenta que ya desde siempre hemos estado en casa. Nuevamente es septiembre.