Por más transformaciones que experimenten las imágenes que se reflejan en la superficie de un espejo, este jamás dejara de ser el mismo espejo – Keizan Zenji
En el Teisho sobre la transmisión del Dharma del maestro Daitaka al maestro Mishaka, el maesto Keizan dice:
„por más transformaciones que experimenten las imágenes que se reflejan en la superficie de un espejo, este jamás dejara de ser el mismo espejo. Si no entendéis esto y perdéis inútilmente el tiempo con la magia o el estudio de cuestiones triviales, jamás tendréis la menor oportunidad de alcanzar la liberación. ¿Cómo podríais, pues monjes, llegar a liberaros, cuando lo cierto es que jamás habéis estado esclavizados? Desde el mismo comienzo jamás han existido ni la ilusión ni la iluminación. ¿Y no es ese, acaso, el no nacimiento y la no muerte?“ .
Hay varias enseñanzas que se pueden deducir de estas palabras y tal vez sea una de ellas que al no reconocer nuestra verdadera naturaleza, al no darnos cuenta que existe solo “esto” aquí mismo y en este instante, mantenemos la idea de que la Vía consiste en un camino que lleva progresivamente desde la esclavitud a la liberación, donde pasamos diferentes etapas para algún día alcanzar la sabiduría, la compasión y lq liberación.
¿Pero que es lo que nos impide ver con claridad que solo existe “esto” y que en ello jamás ha habido la menor variación? Tal vez al hecho que miramos la realidad desde nuestro punto de vista particular. Y desde esta perspectiva limitada a nuestra percepción individual se nos hace imposible ver con claridad nuestra naturaleza original. Diferenciamos por ejemplo entre la ignorancia y la libertad y al hacerlo nos aferramos a conceptos y pensamientos que nos conducen a discriminar. Discriminamos entre lo correcto y lo incorrecto así como lo hacemos entre los de adentro y los de afuera o entre “yo” y los “demás”.
Volviendo a nuestro ejemplo de la integración también podemos observar que lo que se entiende bajo integración depende de la perspectiva que tomamos ante este fenómeno social. Por ejemplo, visto desde el punto de vista de las mayorías frecuentemente se entiende bajo integración la asimilación integra de los valores y normas de la sociedad por parte de las minorías. Mientras que visto desde el punto de vista de las minorías, integrase signifique adaptarse a la nueva sociedad, participar activamente dentro de ella pero mantener a la vez la propia identidad cultural. Ósea que dependiendo de la perspectiva, hay diferencias entre lo que se entiende bajo integración.
¿Pero que sucede si abandonamos la perspectiva egocéntrica o etnocéntrica que surge a partir de los valores que rigen en nuestra sociedad y simplemente observamos la impermanencia y la interdependencia que caracteriza los grupos sociales de todas las direcciones? Entones tal vez lleguemos a la conclusión que la integración en realidad nos guste o no simplemente sucede. Y esta integración no se llamaría integración si surgiese del apego o el rechazo. De esta manera reconocemos que la integración tiene muchas similitudes con la sabiduría. Por que al igual que la sabiduría, la integración no es un estado fijo que se alcanza y permanece, sino que existe y padece solo en este instante y en todo momento se renueva y se define de nuevo. Así la integración al igual que la sabiduría se mueve en todas las direcciones en armonía con su espacio tiempo y por más que queramos no es ni algo que podamos forzar ni algo que podamos impedir. Esto porque no guste o no nuestra vida es un constante encuentro y un constante ir y venir donde nos guste o no estamos relacionados a todos los seres de todas las direcciones.
Llegando a este punto, nos podríamos preguntar ¿pero que hacer cuando existe la necesidad de actuar ante la intolerancia? A partir de la experiencia que hacemos durante nuestra práctica, nuestra respuesta es: armonizarnos con el instante. Porque cuando nos armonizamos con el instante toda acción surge de manera natural y ni es ni correcta ni incorrecta sino que simplemente es. Simplemente actuamos y hacemos lo que el instante requiere. Y no solo que vemos con claridad lo que hay que hacer sino que también vemos con claridad lo que no hay que hacer. Nos armonizamos con todo en todas las direcciones y reconocemos nuestras dificultades como lo que son: creaciones de la mente que nacen de nuestras opiniones, de nuestros condicionamientos y de la separación que creemos que existe entre nosotros y los demás. ¿Pero que esencia tiene este yo? Tal vez solo imágenes mentales que mantenemos sobre nosotros mismos e imágenes que creemos que mantienen los demás sobre nosotros. Ante situaciones en las que nos es difícil ver con claridad la verdad nos preguntamos ¿Quien decidió nacer hombre o mujer? ¿Quién decidió nacer en este país o en aquel? Las respuestas a estas preguntas nos conducen a cuestionarnos ¿cómo se puede afirmar que la integración sea el fruto de la congruencia entre la imagen que mantenemos de nosotros con la imagen que mantienen los demás de nosotros?
Keizan Zenji dice:
Pero todavía hay más. Y es que, si practicáis infatigablemente de este modo, no habrá la menor discrepancia entre vuestra palabras y vuestro pensamientos. Es como el reencuentro de dos viejos amigos o como el yo postrándose ante el Yo. En todo momento os halláis inmersos en el océano de la naturaleza y no os separáis de el ni un solo instante. ¿No os dais cuenta de que, si obráis así, ello sólo puede deberse al efecto de las condiciones kármicas? El gran maestro Ma dijo: “A lo largo de innumerables eones ningún ser vivo ha abandonado un solo instante el samadhi de la naturaleza del Dharma. En este samadhi, los seres se visten, comen, hablan y se comunican entre si. El funcionamiento de las seis bases sensoriales y el desempeño de todas las actividades no es otra cosa más que una expresión de la naturaleza del Dharma”. No penséis, sin embargo, al escuchar esto, que estoy diciendo que los seres sensibles existan dentro de la naturaleza del Dharma. Decir que la “naturaleza del Dharma es diferente de los “seres sensibles” seria lo mismo que decir que el “agua” y las “olas” son distintas. ¿Cómo podría haber la menor diferencia entre el “agua” y las “olas”?