PRESENCIA

Agua que corre.

La muralla de piedra.

El cielo azul.

Los muros que son monumentos de antigua piedra rota cuentan su propia historia. En sus cicatrices se distinguen múltiples colores y de sus grietas frecuentemente se puede escuchar el sonido del viento. Cuando se les toca y se siente el calor de la arcilla de la que están hechos incluso se puede reconocer el propio cuerpo. Responden. Algunas veces estremecidos, otras veces con dulzura, desde sus grietas parecen cambiar constantemente de forma. Algunas veces parecen ramas y hojas, otras veces se asemejan a un cuchillo contando eufóricas historias de héroes condecorados pero ya caídos. También pueden tener forma de boca las fisuras de una muralla. Siluetas de labios que relatan cuentos sobre todo aquello que pudo haber acontecido. Crónicas de lamento sobre aquellos que fueron derrotados.  Historias que desvelan el porque y quienes fueron aquellos que en el momento debido optaron por quedarse mudos. ¿Somos o no somos? cristalina y segura se presenta esta pregunta que tarde o temprano acontece cuando se está frente a un muro.  

Y no, no es una cuestión de culpa o de santidad. Simplemente hay diferentes tipos de muros. Así como los hay de metal, de cemento, de ladrillo o de arcilla también hay barreras de avidez, de temor, de condicionamientos o de ignorancia. Se puede decir entonces que hay tantas barricadas como seres humanos en este mundo ya que hablamos ahora de la mente que pretende algo. La mente que al ansiar algo pierde la conexión consigo misma. A la cual le es extraña su propia naturaleza, a la cual le es misterioso el propio cuerpo. El cuerpo que es el cuerpo de uno pero a la vez el cuerpo del mundo entero. El cuerpo que es la fuente del balance. El origen que nos demuestra que la neutralidad en si no existe como un estado fijo, que la objetividad es solo un concepto o que intentar normalizar lo absurdo en realidad es una estrategia.    

Lo podemos comprobar ahora mismo en la sociedad en la que vivimos  ¿acaso no es la mentira deliberada también un muro excluyente? ¿Acaso no lo es el odio contra lo diferente? ¿acaso no lo son la calumnia, la postverdad y la injusticia? Claro que lo son y si no lo vemos es porque nos encontramos ante otro muro. La barrera compuesta por la identidad construida, nuestros propios condicionamientos,: la historia aprendida, la opinión de otros, los valores que hemos adoptado, las palabras, sus significados. Todo aquello en lo que nos hemos refugiado sin haber hecho nuestras propias experiencias. Y por que estamos con las experiencias: no, por más que deseemos no incomodar a nadie no se puede ser neutral cuando aquí y ahora dos posiciones son presentadas como si tuviesen iguales derechos pero en realidad no los tienen. O bien, si se puede, pero nuevamente estaríamos frente a una nueva barrera, el muro de la indecisión o de la conveniencia que surge al ignorar las leyes que conducen la red de la interdependencia. 

Presencia. La presencia en nuestra practica significa ser consciente, o con otras palabras  mantener una lucidez constante y despierta. Visto desde ahí, a quien desea hacer pasar una mentira por verdad simplemente no le respondo y a quien dice que la verdad está enferma le respondo que no está en lo cierto. Hay muchos muros, si, hay muchas barreras que nos pueden impedir ver nuestra verdadera naturaleza, pero a travez de sus grietas las murallas en realidad hablan con dulzura y delicadeza.  Cuentan sobre la historia y sobre el hecho que esta siempre dependerá dé la postura que adoptemos. Relatan sobre la fragilidad de este instante que tan fácilmente se pierde de vista. Sobre la profundidad que se reconoce ya en la superficie, al igual que sobre abundancia que implica el hacerse responsable. Cuentan que hasta el follaje de las mas altas ramas que canta bajo el cielo azul al amparo del viento lleva en todo instante consigo sus semillas, su tierra, sus raíces.

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