Plena presencia,
Estando ambos ahí,
Falsa división.
Cuando comenzamos a comprender que habernos encontrado con las ultimas enseñanzas de Buda Shakyamuni no es una casualidad, es porque los meritos de nuestra propia práctica ya se han comenzado a manifestar. Es porque hemos empezado a encontrarnos con nuestra propia verdad. La verdad que siempre ha estado ahí aunque muchas veces camuflada por una contradicción que muchas veces hemos adoptado sin saber porque. La verdad inmutable e omnipresente como la luna que todo permite verlo bajo su luz. Que nos permite ir más allá. Más allá del temor, más allá de la ilusión y más allá de la desilusión. Que nos permite reconocer con claridad que estas ocho verdades que nos deja Buda Shakyamuni antes de morir en realidad están entrelazadas entre si. Como los diferentes brazos de un gigantesco río que desembocan en el mismo mar. El lugar donde comenzamos a intuir que el tener pocos deseos, el saber conformarse con lo que se tiene, el saber contentarse con el silencio así como la diligencia en la práctica, son mucho más que consejos en cuanto a una dificultad exterior. Un sitio que nos revela, que en realidad todos estos puntos que se mencionan en el Sutra de las enseñanzas heredadas en realidad son diferentes aspectos de una y la misma actividad. La actividad del despertar a la verdad.
En este sentido el Yuikyogyo continua en el quinto punto así:
Quinto: nunca perder la presencia del espíritu. Nunca perder la presencia del espíritu llamamos también el darle cuidado a la presencia de la mente. (Conservar el Dharma, no perderlo a esto se le llama darle cuidado a la presencia de la mente).
El Buda dijo: Para vosotros monjes, que buscáis buenos profesores y sus consejos, no hay nada mejor que nunca perder la presencia de la mente. Quien nunca pierde la presencia de la mente, en aquel la pandilla de las pasiones no puede entrar a robar. Por eso deberíais entrenar vuestra atención manteniéndola presente en vuestra conciencia, porque quien pierde la presencia de la mente, pierde todo posible merito y virtud. Es la fuerza de estar presente, fuerte, entonces los ladrones de las pasiones de los cinco sentidos no os pueden hacer nada aunque viváis sumergidos en ellos. Entonces sois como un guerrero, que bien equipado va a la guerra sin tener nada que temer. A esto se le llama “no perder nunca la presencia de la mente”.
Una enseñanza que a los que llevamos ya algún tiempo en la práctica de la meditación nos confronta con la duda ¿por qué antepone el Buda la constante atención incluso a los consejos de un buen profesor? Y la respuesta más directa que encontramos es: porque más allá de cualquier separación, la verdad, la realidad o el Dharma, no es una verdad fija que otra persona pueda alcanzar por nosotros. Pero tal vez esta no sea esta conclusión más sorprendente de esta reflexión, pues mas asombroso resulta el hecho que tanto en la vida en sociedad como en nuestro interior vivimos como si esto no fuese así. Vivimos como si una experiencia hecha en el pasado pudiese avalar nuestra felicidad o como si una institución debiese garantizar nuestra libertad.
Lo que podemos observar en la vida en sociedad cuando nos vemos obligados a comprender una y otra vez que la democracia en realidad es un proceso que no conoce fin. Cuando una y otra vez la realidad en la que vivimos nos demuestra que la democracia no es un bien que se establece y queda garantizado para todos sin mas. Que es necesario ir más allá si queremos que el derecho a libre expresión o el derecho a la práctica libre de religión se hagan realidad. Que no es suficiente con dejar a los medios de comunicación o la practica religiosa expuestos a la ley del libre mercado ya que tanto el consumismo como la doble moral que encontramos en toda practica espiritual o incluso en el seno de nuestras familias suelen adaptarse a toda circunstancia y llevan en si integrados mecanismos de autojustificación. Lo que en ultima instancia en el consumo conduce al autoritarismo y en la practica espiritual a la falsedad en nombre de la verdad. Algo que una vez más nos demuestra que la atención social hace necesaria la introducción de gremios de control que reflejen la diversidad cultural. Y que estos foros deben ser lo suficientemente eficaces como para llevar en si integrados un sistema de autocontrol que permita la constante revitalización de los valores de una sociedad.
Y que el Dharma no es un ideal o una verdad fija que se pueda alcanzar lo demuestran también los cambios que se llevan a cabo en nuestro interior a medida que seguimos practicando la meditación. Al principio está el bienestar que pude proporcionar el entreno de la mente en cuanto a la presencia en el aquí y ahora. Las heridas del pasado comienzan a cicatrizar y las preocupaciones en cuanto al futuro disminuyen, trayendo consigo alivio al dolor y paz en cuanto a la ansiedad. Quien desea ir más allá comienza a practicar de manera constante. Hasta que la reflexión sobre los diferentes estados de la mente como el estrés, la depresión, el desorden de alimentación, o también el amor o la felicidad comienza a producirse de manera natural. Una comprensión que a muchos nos lleva a concluir que en cuanto a la salud mental, la práctica de zazen en realidad es una necesidad. Y quien lo estima necesario va incluso más allá. Llegando hasta el punto por el cual todos irrevocablemente tarde o temprano debemos pasar. Ahí donde nos encontramos con nuestro temor. Hasta donde nuestros miedos incluso nos comienzan a indicar la vía que debemos seguir y donde comenzamos a dejar atrás nuestro karma personal. Y llegando hasta aquí es fácil caer en la ilusión de haber comprendido de que se trata la práctica del Zen ignorando la necesidad de seguir practicando la continua atención. Privándonos así a nosotros mismos de experimentar el hecho de que absolutamente todo lo que aparece en nuestra mente es el yo. Un momento que si una vez mas lo acompañamos de la practica de la atención tal vez nos revele que la práctica no hace más que comenzar.
Tanto en la vida en sociedad como en nuestro interior no hay una verdad fija que se pueda alcanzar. Aun así, vivimos nuestra vida como si esto fuese así. Vivimos como si nosotros no fuésemos impermanentes también. Nos preguntamos ¿por qué será? ¿será debido a nuestra tendencia de fragmentar la realidad? Preguntas que de manera natural nos conducen hasta el interrogante: ¿No será tiempo de aclarar esta contradicción cambiando aquí y ahora de actitud? Una pregunta que una vez más reitera la importancia de la enseñanza de Buda Shakyamuni sobre la constante presencia de la atención pues esta es la actividad misma del despertar a la verdad.
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