PRIMAVERA

Frente al océano,

Flores, arbustos, piedras.

Es primavera.

Se dice que decía el poeta más famoso de Chile “podrán cortar todas las flores pero jamás podrán detener la primavera”. Me imagino que para él la primavera tenia el significado de la verdad más alta, lo intocable pero aun así manifiesto, aquello que es irreversible pero aun así siempre transitorio.  Como la realidad más inmediata en la cual en todo instante la esencia se expresa en la forma. Todo bien. Creo poder captar mas o menos a lo que se refería Neruda. Pero aun así no puedo negar que me resta una seria duda en cuanto a sus palabras pues a través de sus versos llego a la conclusión que así como todo comienza con la primavera también todo termina con ella. Y si absolutamente todo comienza con la primavera, si absolutamente todo termina con ella ¿por qué diablos hacemos tanto ruido y tanto alboroto entremedio? ¿Para que tantas discusiones, tantos conflictos, tantas guerras? ¿Para que admitir la pobreza y destruir de paso con nuestra ansiedad e ambición el planeta?  ¿Para que todo esto, si al final todo acaba como a comenzado, con la primavera?   

Silencio. No, en realidad no hay razón para ser pesimistas. Cuando se comprende que todo comienza y todo acaba con la primavera no tiene sentido seguir quejándose del calor del verano, ya no da para lamentarse del indolente sol de otoño o para clamar por la fría y oscura nostalgia que acompaña al invierno. Somos conscientes del hecho que todo lo que ocurre afuera se percibe de acuerdo con lo que estamos sintiendo adentro. Y así como observamos esta conexión que existe entre afuera y adentro vamos comprendiendo que en realidad absolutamente todo en todas las direcciones está conectado. Desde ahí, desde la comprensión de esta conexión con el tiempo incluso se va haciendo cada vez mas fácil tomar elecciones sabias cuando hay que hacerlo, cuando hay que discriminar escogiendo entre esto y lo otro. Así es como vamos comprendiendo que la primavera en realidad la llevamos dentro y que puede ser descubierta, como el silencio, entre las palabras de cada verso.

Si, es verdad, puede ser algo desorientador cuando se admite que todo comienza y termina con la primavera. Puede ser que perdamos el norte, pues donde todo termina y comienza en el mismo sitio, ahí nada resta a lo que aferrarse. Y es que cuando solo hay un lapso de tiempo, cuando todo es solo una brisa clara a través de los senderos interiores se diluyen la culpa, el rencor, el miedo pero también con ellos la esperanza. Es la oscuridad que reside en lo luminoso. ¿Se puede separar la naturaleza de nuestra existencia? ¿Se puede separar la violencia de la educación y de la pobreza? ¿Se pueden incluso separar las palabras de la acción o del silencio? Para dejar atrás la obcecación de la visión luminosa hay que hacer lo casi imposible, hay que ir verdaderamente más allá de lo que condiciona nuestra mente, hay que dejar verdaderamente atrás la separación entre lo oscuro y lo luminoso.  

“Podrán cortar todas las flores pero jamás podrán detener la primavera” dice el poeta. Estos versos ya han sido interpretados de muchas formas. Muchas veces como si incluso las flores como la poesía y la primavera como la verdad, también tuviesen sus enemigos. Puede ser. Pero yo prefiero no entrar en ese juego. Prefiero creer que igual es imposible cortar todas las flores porque las flores son la primavera y la primavera es las flores. Y es que la primavera sin que se abriesen las flores no sería más que un invierno a medias. Seria una luz abandonada en un espacio vacío dentro de una torre de grises pensamientos. No, no creo que esta sea la primavera a la que se refería Pablo Neruda. El más bien hablaba y sigue hablando sobre la primavera verdadera. La primavera mística y a la vez omnipresente. Aquella primavera brillante como los ojos oceánicos de Matilde. La primavera cálida y generosa que todo lo acepta y que en toda dirección no crea oposición alguna.