Sopla el viento,
Por fuera y por dentro,
Todo aseado.
Comienza un nuevo año y he decidido dejar que el anterior pase ya a un segundo plano. Ansío dejar atrás los altibajos, las decepciones, olvidar una vez por todas los momentos amargos. Nuevas visiones han de abrirme el camino. Nuevas perspectivas. No es que crea que este año logre lo que no he logrado en otros. No, no es eso. Para ello demasiado evidente es la naturaleza engañosa del tiempo. Demasiado transparente es la separación entre el ayer, el hoy y el mañana. Tan obvia como las señales que se ven al mirar por la ventana y que caracterizan nuestra época: la postverdad, los fakenews, el populismo, los de siempre que han infiltrado las redes sociales hasta tal punto que han hecho de ellas el nuevo dios que sobre todo vigila. Incluso sobre la verdad y la justicia. No, no es eso lo que me ha hecho recobrar la esperanza. Lo que sucede es algo mucho más diminuto y simple. Es solo un pequeño acto pero que como si de magia se tratase todo lo ha cambiado. Es la simple decisión de que a partir de ahora haré todo lo posible para fortalecer mi capacidad de distinguir la verdad de la mentira.
Sí, algunas veces una simple decisión puede tener el mismo efecto que todo un ritual de purificación interno. Ya la simple decisión puede llevarnos por la senda correcta. Comenzamos a esforzarnos y al instante nos damos cuenta hemos de dar los primeros pasos distinguiendo entre aquellas propuestas que solo fortifican nuestras opiniones por un lado y los hechos confirmados por evidencias inapelables por el otro. Esto puede fortalecernos y dotarnos de la energía necesaria para seguir informándonos sobre las posibilidades de usos y abusos que ofrece la tecnología digital de hoy en día. Se dice que un ritual de purificación es cómo limpiar un vidrio. Que cuando una ventana está sucia no se puede ver claro lo que está afuera. Lo que traducido a los tiempos en qué vivimos podría significar que hemos de conseguir que también en las redes sociales valgan las leyes de la democracia. ¿Pero es esto suficiente? O para ser mas claro con esta pregunta ¿qué si el vidrio esta sucio por fuera pero también por dentro?
Sigo con este rito de purificación y comienzo a limpiar también por dentro. De esta forma reconozco que siempre que digo „los de siempre“ estoy señalando hacia afuera. No es que no estuviesen ahí aquellos eternos fantasmas que pueden hacer hasta de algo tan valioso como la ética budista un moralismo dualista, sino que nuevamente me pierdo en un eterno y opaco sendero sin salida. A la vez, si mantengo mi atención en el proceso interno, reconozco que yo tampoco soy mi propio enemigo como tantas veces nos quieren hacer creer muchos de esos milagrosos cursos de motivación interna. No, definitivamente el yo no es un enemigo. Solo hemos de seguir con nuestro proceso de limpieza interna sin emplear la consciencia para reconocerlo con claridad absoluta. Lo que obstruye la visión del momento presente son los recuerdos del pasado y las proyecciones del futuro, lo que no significa que hemos de olvidar quienes somos y de donde venimos o abandonar nuestras convicciones y nuestros sueños, solo basta con dejar la actividad mental en su sitio.
Comienza un nuevo año y reconozco que si hay un propósito para el nuevo que valga verdaderamente la pena es el mantener firme y despierta mi decisión de seguir desarrollando el sentido critico. Basta ya con la indolencia tanto en lo interno como en lo externo. Hemos de estar muy atentos a como funciona el proceso de creación de la realidad en nosotros mismos. Hemos de seguir atentos al porque reaccionamos frente a determinados estímulos y al como actuamos frente a ellos. Hemos de recobrar nuestra capacidad de reconocer a la primera cuando un vidrio está limpio o está sucio más allá de cualquier apariencia. Difamar a alguien, diseminar información falsa debe volver a ser un acto repudiable tanto en quien lo comete como para los que agitan desde atrás manteniéndose ocultos. Hemos de aceptar el hecho que solo si los vidrios están limpios por ambos lados, tanto por dentro como por fuera, podremos reconocer en todo instante que hay una enorme diferencia entre la manipulación, la fe y la confianza. Pase lo que pase, solo de esta forma mantendremos viva la esperanza y hasta quizás descubramos que „los de siempre“ se llaman „los de siempre“ porque en realidad los llevamos dentro.