¿Hasta donde huir?
Sin nada que alcanzar,
Ya estás aquí.
Hay preguntas que llegan de la lejanía y resuenan hasta en el ultimo rincón de nuestro interior. Intensas como un amor pasado que jamás se ha acabado de marchar o como la melancolía que nos acompaña cuando sabemos que ha llegado el momento de alejarse y de dejar todo atrás. Preguntas que nos conmueven. Preguntas que duelen. Preguntas que como el revuelo de una tormenta marcan un fin pero también un nuevo comenzar. Y también existen preguntas que invocan el despertar. Preguntas que pueden hacer cambiar una vida al conducirnos directamente ante espejo de la inmaculada realidad. Aquella realidad indescriptible y hasta impronunciable y aun así omnipresente en la que toda separación y toda duda es solo el reflejo de la mente y su actividad. Un lugar en el cual tantas cosas se aclaran a la vez y en el cual encontramos respuestas. Replicas incluso a la pregunta ¿Quien eres tu?.
En el koan numero nueve del Shinji Shobogenzo expuesto en el post anterior , el primer ministro pregunta:
– Veo una imagen ¿Pero donde está el honorable monje? Queriendo decir que una imagen no es lo mismo que un cuerpo real. Que no es lo mismo una abstracción o un ideal que la realidad. Así los monjes le llevan delante del maestro Obaku a quien el primer ministro pide que le diga una palabra que tenga la fuerza de cambiar su vida. Ante dicha demanda el maestro Obaku grita fuerte:
– ¡Primer ministro!
-¿Quién eres tu?
Inmediatamente el primer ministro, se ve inmerso en la realidad sin separación. La verdad de este instante y este lugar. Había dejado atrás la imaginación y los ideales también. Tanto la imagen retratada en la pintura como su propias ideas y conceptos sobre la realidad. Veía todo sin separación, sin un antes ni un después, sin separar el objeto del sujeto, sin distinguir entre si mismo, el primer ministro, y Obaku el maestro Zen.
Ósea que tal vez sean solo las imágenes que nosotros mismos nos hacemos de la realidad aquello que nos impide ver con claridad nuestra autonomía y nuestra responsabilidad. Tal vez sea justamente nuestros ideales lo que nos impide ver con claridad la envergadura de la relación entre el consumo y el consumidor. Que el culpable para tanta desigualdad social que provoca el consumismo no se puede buscar ni en el exterior ni en el interior sino que en nuestra manera de percibir y comprender la realidad. De esta manera la pregunta “¿Quién eres tú?” nos lleva más allá. Más allá de preguntas ¿por qué compramos esto y otras cosas no? O ¿por qué preferimos esto y esto otro no? pues la
la pregunta “¿Quién eres tu?” no seria una pregunta con la fuerza de cambiar nuestras vidas si no nos llevase incluso más allá. Hasta donde reconocemos que si todo no hubiese ocurrido como ocurrió no estaríamos aquí. Hasta la comprensión que el olvido trae alivio, si, pero que mas sustentable y por eso mejor refugio ante el sufrimiento es aprender a ver las cosas sin separación. Un lugar donde comenzamos a comprender que el vacío del budismo Zen no es un vacío absente de emoción sino que el lugar donde todos los fenómenos interactúan entre si.
Un lugar desde el cual si hacia el interior vemos con claridad que constantemente nos definimos en función de los fenómenos a nuestro alrededor. Nuestros valores, nuestros gustos, nuestra historia, absolutamente todo esta en función de las cosas a nuestro alrededor. Así la pregunta “¿Quien eres tu?” nos despoja de toda identificación. Nos quita nuestros uniformes y nuestra autoridad, nos arrebata nuestra posición, nos desposee de nuestra nacionalidad, nos quita nuestro nombre y nuestro origen cultural, nos quita el genero, nos deja desnudos entre la tierra y el sol. Hasta que comenzamos a ver como todo esta entrelazado entre si. Hasta que comenzamos a comprender nuestro Karma, nuestro sitio dentro de la corriente de causa y condición. Hasta que desalentados no nos queda otra cosa que preguntarnos ¿será coincidencia que este yo ahora aquí?. Un lugar en el que vemos nuestra impermanencia con claridad y que sobretodo nos indica lo necesario que es dejar de correr detrás de tantas cosas. Y esto no solo por que la ansiedad es un sentimiento que jamás se puede satisfacer por completo sino que sobretodo por que nos saca del equilibrio que nos otorga el experimentar la vida sin separación.
Y cuando hemos llegado hasta este punto. Cuando creemos que ya hemos tocado fondo, que hemos comprendido algo o que hemos llegado hasta el final inevitablemente aparece entonces nuevamente la pregunta “¿Quién eres tu?”. Y tal vez reconozcamos entonces que en realidad no es posible llegar a una conclusión final. Sea porque no hay nada especifico en lo que se pueda fijar la identidad o sea porque somos todas las cosas en nuestra mente a la vez. Y porque por que esto es así, porque todas las cosas son el Yo, nuevamente nos encontramos con nuestra responsabilidad. Con la necesidad de derivar nuestra atención también hacia lo social. Donde vemos como el comercio va encontrando nuevas maneras para influenciar sobre el libre albedrío del consumidor. Donde el periodismo que combina la información y la entretención son fiel reflejo de ello al vender con la información también el derecho a libre expresión que tan importante es para seguir moviéndonos sobre un proceso de emancipación que asegure la paz social.
Hay preguntas que desbordan los limites de lo interior y lo exterior. Preguntas que desmoronan la construcción de nuestra personalidad. Que van desde el pasado hasta el futuro para volver hasta la actualidad. Preguntas que nos conmueven. Preguntas que nos duelen. Preguntas que nos quitan todo sentimentalismo y con ello toda ilusión. Preguntas que marcan un antes y un después. “¿Quien eres tu?” es sin duda una pregunta así.
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