Bajo el puente.
Igualmente refleja.
La primavera.
Precisamente en algunos momentos de confinamiento alguna vez me he preguntado ¿qué sentirá un lobo marino al sumergirse en las frías y oscuras aguas de un abismo dentro del océano profundo? o ¿qué sentirá el ave que guiada por un indomable impulso migra en primavera de un continente a otro? ¿Sera esa la libertad absoluta?. ¿Sera eso el obsequio mas grande que puede otorgar la existencia, el cuestionarse y encontrar respuestas sobre la propia naturaleza humana? No, parar o tener que distanciarse no tiene por que ser una desgracia. También puede ser un autentico regalo. Un obsequio que refleja la sintonía con el cosmos y que humildemente aceptamos justamente en el momento en el que intuimos que espacios como estos son los que nos pueden conducir a dar un verdadero paso adelante. Y es que preguntarse ¿a dónde voy? o ¿de donde vengo? no son preguntas cualquieras. No las son como tampoco es común u obvio tener la posibilidad de aprender a ver, escuchar y sentir con los ojos del otro.
Hay voces que ya desde hace mucho tiempo vienen diciendo “o es la economía o es la naturaleza”. Son las mismas voces que hoy en tiempos de pandemia dicen ante la funcionalidad de la economía vale cualquier sacrificio. Esta claro que no estoy de acuerdo con ellas. No solo porque sean dañinas contra los mas vulnerables, sino que también por que reflejan una incomprensible persistencia en cuanto a la ignorancia. Y es que desde una visión en la cual todo es parte de la naturaleza eso es lo que significa excluir, mantener en situación de exclusión o incluso sacrificar a otros. Implica agredirnos a nosotros mismos. Por esta razón me pregunto una vez más ¿verdaderamente queremos seguir de esta misma manera pretendiendo seguir hacia delante? Desde ahí comprendo porqué para voces mas criticas el que el que se hayan dado las circunstancias para que aquietarnos a nosotros mismos y para que mantengamos el confinamiento en realidad signifique una llamada de atención del universo. Y no solo porque parar toda actividad ofrece la oportunidad para diseñar un nuevo ahora. No solo porque ofrece la oportunidad de proyectar un nuevo futuro con una economía más justa para todas y todos sin terceros, segundos o primeros mundos dándole una nueva interpretación a lo que actualmente erróneamente se le llama progreso. No solo porque brinda un espacio para rediseñar la educación o nuestra relación con el medio ambiente, no solo porque ayuda a distinguir entre la verdadera libertad y el libertinaje si no que sobretodo porque otorga la posibilidad de llegar hasta el fondo del problema al mirar dentro de nosotros mismos.
Reconozco que sumergirse en el interior de uno mismo no siempre es agradable. Sobretodo al principio cuando durante la práctica solo se perciben imágenes, sensaciones y hasta quizás solo conflictos. Aun así, asumiendo que los hechos nacen en la mente y el estado de la mente depende del sentimiento, la introspección definitivamente se hace imprescindible si deseamos llegar al origen de la confusión y del sufrimiento. Quizás resulte consolador decir ahora que con el tiempo lo mental comienza a aquietarse gracias a la postura del cuerpo. Desde ahí, desde el momento en el cual la unidad del cuerpo y la mente se reestablece, todo se ve diferente. Observamos el ir y venir de las imágenes y proyecciones y reconocemos que la confusión solo se establece si nos apegamos a ellos. Reconocemos que si dejamos pasar los fenómenos sin detenernos en ellos no tienen ninguna consecuencia y a la vez que al apegarnos a ellos nos alejan del momento presente dado que todos ellos llevan en si un sentido determinado que esta relacionado a un momento pasado, a un momento ahora ya inexistente. Ósea que en realidad no son las imágenes, no son los símbolos o los conceptos los que crean la confusión, si no que el mero hecho de apegarnos a lo que pensamos que es obvio o correcto.
No se qué sentirá un lobo marino al sumergirse en las frías aguas del océano y no estoy seguro si lo sabré algún día, pero si que estoy seguro de que cuando se zambulle lo hace con una sinceridad profunda. Sin especular, sin miedo a lo que pueda acontecer en la oscuridad del próximo instante se sumerge simplemente en lo infinito. No se que fuerza impulsará al ave a volar en el instante preciso de un continente a otro, pero si estoy seguro de que su convencimiento no es premeditado. Es solo la naturaleza que libremente se expresa en la naturaleza. ¿Qué le guía? Creo que es algo como una corriente fina y sutil conectada a algo mucho mas grande, a muchas otras corrientes que juntas forman el profundo e infinito océano y el vasto e interminable cielo.
El Maestro Zen Hotetsu de la montaña Mayoku-zan está usando un abanico. Un monje se le acerca y le pregunta, “La naturaleza del aire es estar presente por siempre, y no existe lugar que no pueda ser alcanzado por el aire. Entonces, ¿por qué el Maestro usa un abanico?” El Maestro le responde “sólo has entendido que la naturaleza del aire es estar presente por siempre, pero aún no conoces la verdad de que no existe lugar que el aire no pueda alcanzar”.
El monje dice, “¿Cuál es la verdad de que no existe lugar que el aire no pueda alcanzar?”
Ante esto, el Maestro sólo continúa usando el abanico.
El monje se postra frente al maestro (1).
(1) Eihei Dogen – Shobogenzo, Genjo Koan.