La montaña azul
Sin pedir una excusa
Todo ilumina.
En los templos budistas zen frecuentemente 108 golpes del Bon-Sho, la gran campana, despiden el año que se va y le dan la bienvenida a aquel se aproxima. Una ceremonia que se lleva a cabo tras zazen y en la cual cada golpe de la campana nos recuerda lo impermanente que es nuestra existencia y que así nos invita a la reflexión. A reflexionar especialmente sobre la dualidad y como nuestro comportamiento ha condicionado nuestra relación entre el yo y todos los seres y todas las cosas. Una ceremonia que nos invita a la vez a reflexionar sobre como realizar la paz y el amor universal transformando la rabia en paciencia, la duda en comprensión y el egoísmo en generosidad. Por otra parte una reflexión que nos recuerda en el mismo instante en el cual surgió, que entre el instante que pasó y el momento que está por venir, encontramos el aquí y ahora y que este el único instante en el que ocurre la vida.
Así celebramos todos los años, la despedida del año antiguo y la llegada del nuevo también como una reflexión sobre lo que es este instante. Reflexiones como ¿significa decir que la vida ocurre solo en este instante que el pasado y el futuro no existen? ¿Significa que porque lo único que existe es este instante, que lo sucedido en el pasado es solo un recuerdo y que la esperanza es solo una proyección virtual? O más allá ¿hemos surgido del nada, para volver algún día a la misma fuente de donde todo surgió?
Reflexiones que abren así un espacio para que lo nuevo pueda brotar. Que pueden abrir un espacio libre de categorías pero a la vez consciente de la ley de causa y condición que nos indica que separar el pasado del presente y del futuro es similar a separar el objeto del sujeto y que dicha separación abre un abismo entre nosotros y la realidad. Así, una reflexión a través de la cual sembramos las semillas para que algún día, todos los días, todo instante, sea una fiesta de paz y de amor universal.
Ósea que para realizar la paz y el amor universal es imprescindible practicar y realizar la no separación. Es imprescindible comprender profundamente que somos nosotros mismos la ciencia que crea una separación dualista entre el que analiza y el objeto de su investigación. Que la ciencia que se acerca de manera sistemática la verdad pretendiendo llegar así a explicar algún dia la realidad somos nosotros mismos. ¿Pero que nos enseña este instante? Tal vez que si existe la mas minima separación entre lo observado y el objeto de su investigación, este instante siempre seguirá siendo una proyección virtual y que podemos llegar a creer estar tan cerca de la verdad pero siempre estaremos tan lejos a la vez. Y tal vez que no se puede construir un mundo mejor sin haber realizado la unidad, porque el mundo, los seres y todas las cosas son lo que refleja nuestra mente. Y nuestra mente es el Yo.
Según las enseñanzas de Buda Shakyamuni, el amor y la paz universal se manifiestan en el mismo instante en el cual despertamos a nuestra ilusión. En el mismo instante en el cual despertamos al hecho que el Yo no es un ser separado a todos los seres y todas las cosas y que este Yo se encuentra en constante transformación. Una enseñanza que nos indica así que este instante aquí y ahora lo contiene todo. Y una enseñanza que por otra parte nos podría indicar que cualquier proyección hacia el futuro podría significar una separación entre este instante y un futuro mejor. De ahí que fácilmente podríamos llegar a la conclusión que cualquiera de nuestros buenos propósitos para el nuevo año, podrían significar una separación entre el presente y el futuro. Así también el propósito de contribuir a que algún día, todos los días, todo instante, sea una fiesta de paz y de amor universal. ¿Pero existe tal separación, si asumimos que la paz y el amor universal que queremos que se manifieste, comienza a manifestarse en el mismo momento en cual reconocemos su necesidad y en cual comenzamos a actuar como tal?. Ósea que al igual que durante zazen, al abandonar el apego y el rechazo, sembramos en este mismo instante semillas de paz y de amor para que algún día todos los días, cada instante sea para todos nosotros una fiesta de paz y de amor universal. Y podemos tener confianza en lo que sembramos, porque sea como sea, al movernos nosotros en dirección a la paz y el amor universal, todo el mundo y todas las cosas se mueven con nosotros.
Así la ceremonia de fin de año es una ceremonia que nos invita a apreciar nuestra vida permitiendo que la luz de lo absoluto ilumine nuestra vida. Una ceremonia que nos enseña profundamente la humildad ya que nos indica que para sembrar la paz y el amor universal tal vez lo mas importante en nuestra practica sea levarse una y otra vez. Una y otra vez levantarse y despertar a nuestra ilusión y una y otra vez volver a la inmaculada realidad.