SAMSARA – LOS DOCE INNEN

„Las doce causas interdependientes» o „La producción condicionada“es el mecanismo que pone en marcha nuestro condicionamiento. En la rueda de Samsara cada una de las doce causas esta simbolizada por una imagen:

1. El primer lazo lo simboliza una imagen de un ciego que avanza dificultosamente con el bastón. La primera causa de nuestra aparicion en el mundo es la ignorancia (avidya). La ignorancia de nuestra verdadera naturaleza nos protege en las existencias cíclicas. La ignorancia es la ignorancia de la realidad de nuestra propia existencia, a la que también se añade la de la relación entre las causas y sus efectos, es decir la incomprensión de la ley del karma. Sin embargo, hay otro significado para el termino avijja o avidya, menos utilizado: lo “imposible de conocer” con las capacidades mentales de las que estamos provistos. El Buda explica a menudo que es un error pretender ocuparse de lo que es inaccesible para la mente, a saber el origen de la vida. Nadie puede comprender el origen de las tendencias ni de las causas que condicionan la existencia. El Buda considera todas las especulaciones sobre este tema “inútiles, perniciosas y meros obstáculos a la única urgencia del ser humano, a saber su liberación (del sufrimiento)”. Así que no hay necesidad de ocuparse de ello, porque nadie conseguirá nunca entender.

2. En el seno de lo “imposible de conocer”, de esta ignorancia aparece lo que llamamos acción (mental) (segundo lazo). En este estado se trata, de hecho, de la intención de la acción. Algo se mueve en el seno de la conciencia impersonal y aparece el pensamiento. Esta acción, esta intención se representa en la rueda como un alfarero que amontona de cualquier manera a su alrededor los objetos a los que da forma. Al aparecer en el seno de lo “imposible de conocer”, de la conciencia impersonal, las intenciones métales van a trasformarse después en acción (karma), realizada por el grupo de los skandhas. La intención engendra karma. Si esta intención no se satisface, no se puede concretar en acción (llegar a la existencia), se “almacenará” en la conciencia impersonal, conciencia-memoria, conciencia-deposito y surgirá un día, en otra existencia, asociada a otras intenciones y a otros karmas.

3. Para que esta intención, este deseo de existencia, concrete, tiene que estar provisto de conciencia. Es la aparicion de la conciencia de un “yo” (tercer lazo). La intención es la afirmación de una voluntad, de un deseo, de un “yo” asociado a recuerdos, cualidades y atributos, que participan en la elaboración de un nuevo grupo de agregados y los movilizan en la acción. Esta conciencia es una conciencia primitiva, individual, focalizada en la realización de la intención, del deseo de existencia. Se representa como un mono pequeño que salta de ventana en ventana – hay seis, los seis sentidos – en el interior de una habitación o saltando en un árbol del que cuelgan seis apetitosos frutos.

4. En el momento de la aparicion de la intención y de la conciencia “personal” se manifiestan simultáneamente el nombre y la forma (cuarto lazo). La forma es el elemento físico, es decir el cuerpo, mientras que el nombre concierne más bien a los otros cuatro agregados, sensaciones, percepciones, función mental y conciencia individual (el ego: lo que cogemos para nosotros). La imagen: la conciencia es el patrón de la tripulación de un barco que navega por el océano de la vida, acompañada de otros cuatro pasajeros-skandhas. Son las existencias que aparecen en el samsara y que están condicionadas por sus leyes.

5. Cada existencia, así manifestada por un nombre y una forma, esta dotada de seis órganos-facultades para asegurar la relación con el mundo interior y exterior. Son las seis esferas de los sentidos (quinto lazo). Está el ojo, la oreja, la boca, la nariz, el tacto y la función mental en sí, es decir la capacidad de pensar. Las seis esferas están representadas por casas con las ventanas abiertas.

6. Este nombre y esta forma (estos cinco agregados) dotados de estos seis sentidos, reaccionan en relación con el mundo exterior (los objetos de los sentidos) y con el mundo interior (el cuerpo en si mismo y lo que siente) por el contacto (sexto lazo del condicionamiento) que se establece con los objetos. Tiene que haber contacto de los sentidos con las formas exteriores o interiores para que se produzca algo como reacción.

7. Por el contacto con las cosas y los objetos se condicionan las sensaciones, las emociones y los sentimientos (séptimo lazo) que son las reacciones a los estímulos de todo tipo, organizados por el cerebro y que llegan ala conciencia personal por las puestas de los sentidos. A este nivel aparece la elección o el rechazo, es decir el dualismo del que surge el sufrimiento. A partir del momento en el que la sensación es agradable, el grupo de skandhas va a desear, va a intentar renovar la experiencia que esta en el origen de ello y al final intenta apropiarse del objeto, origen del placer: “Quiero eso para quedar satisfecho”. Si la sensación es mala, los skandhas van a apartar, rechazar. Es muy binario. Si o no, como un programa de ordenador. Por supuesto, entre los deseos también están los que satisfacen las necesidades naturales del grupo de skandhas (comer, dormir, reproducirse, etc.). pero de lo que estamos hablando es más bien la sed, e incluso la sed de tener sed. El ser humano esta hecho de tal manera que siempre tiene sed de existencia. Esta totalmente sometido a Mara. Y así aparece el apego.

8. La sed, el deseo o el apego (octavo lazo). Cuando se ve o se percibe un objeto, en la conciencia hay una asociación con recuerdos almacenados en la memoria. Ese recuerdo, unido al contacto entre el órgano y su objeto, engendra una reacción, la sensación. Según sea agradable o desagradable (o neutra), se crea el deseo de ir o no hacia el objeto del contacto, el deseo de poseerlo o de rechazarlo. La repetición de esta reacción esta en la base del proceso de apego. La imagen que representa el deseo es la de un hombre que bebe.

9. Evidentemente para que haya placer y satisfacción hay que obtener el objeto del deseo.
Así que, con el noveno lazo, hay apropiación, posesión. Es la obtención del objeto de deseo. En algunas ruedas se ve una pareja entrelazada. En otras, el artista más pudoroso ha dibujado a un hombre que recolecta frutos de un árbol.

10. A este nivel toma su forma visible a la acción, el karma. Una vez que ha habido apropiación, posesión, hay entrada en la existencia (de los cinco agregados). La existencia o el deseo de existencia aparece en tanto que resultado de potencialidades diversas, agrupación (agregación) de recuerdos, de huellas karmicas, de intenciones fracasadas, de combinaciones de calidades y de particularidades. Todo ello da su carácter a la acción, al objeto, al ser en gestación. Es el décimo lazo, representado por una mujer embarazada.

11. Y se produce el nacimiento (undécimo lazo), aparicion en el mundo de los fenómenos de esta acción o de esta nueva formula o combinación de agregados que obedece a la ley de causalidad y de permanencia condicionada por el mecanismo del samsara.

12. ¿Qué encontramos tras el nacimiento? La vida, por supuesto, e, inexorablemente, la vejez y la muerte., duodécimo y último eslabón de esta producción concidionada. Y se cierra el círculo. Por la muerte volvemos a la ignorancia o a lo no-conocible y a lo que nos parece incomprensible e injusto.

El proceso de samsara es un proceso sin fin, es decir que los skandhas aparecen y desaparecen sin cesar, navegando a ciegas por este largo río nada tranquilo. Tomando distancia comprendéis que el samsara es como un río, como una película. Si comprendéis la relación de lo que sucede entre vosotros y el samsara, veis vuestra vida y todas la demás vidas como un sueno. Comprender esta relación depende de la orientación de la mirada de la conciencia personal. Cuando la conciencia personal mira el interior del funcionamiento de su propio mecanismo, naturalmente se cree a la comprensión de la irrealidad del samsara y el desapego de esa ilusión. La conciencia individual deja entonces de estar fascinada por los objetos del mundo y recupera sin mayor esfuerzo el camino de su identidad original, recuperando la unidad con lo universal.

Guy Mercier en: Enseñanza Budica – Zen templo la Gendronniere

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