Hablan sin hablar
Como el mar las piedras.
Silencio total.
Este instante tolo lo contiene en si. Tanto el tiempo pensado con el pasado el presente y el futuro como también el momento que está más allá de cualquier división. Y porque este instante todo lo contiene en si absolutamente todo esta entrelazado entre si. El tiempo, el ser, la forma y el mundo espiritual. Esto ha sido, es y siempre será así. Desde los tiempos precolombinos en los cuales la historia le pierde el rastro a la humanidad hasta el futuro insondable por el cual nos conducirá la infinita corriente de causa y condición. Y porque la comunión del tiempo, el ser, la forma y el mundo espiritual solo se nos revela si permitimos que todo fluya en un libre ir y venir, el apego siempre ha significado y significará fragmentar. Y fragmentar equivale a sufrir.
Y porque el fragmentar significa sufrir, la primera noble verdad, Dukkha, enseña que todos los seres están expuestos al sufrimiento ya que justamente aquello que nos destaca como seres humanos, el pensamiento abstracto y el habla, conllevan fragmentar. Suena plausible así el hecho que por más que nos comprometamos con la verdad y nos comportemos de acuerdo a esta convicción, mientras exista una diferencia entre la realidad pensada y la realidad tal como es, Dukkha – el sufrimiento – siempre impregnará nuestra realidad. Sabiendo de esto, el Buda en su compasión desarrollo un método para liberarnos de nuestro sufrimiento y este se refleja en las cuatro nobles verdades. Una enseñanza que en el budismo Mahayana al cual pertenece el Zen, muchas veces ha sido olvidada, pero cual estudio nos permite un enfoque desde otra perspectiva hacia la relación entre el vacío y la forma y que así nos puede ayudar a extender nuestra comprensión solventando de esta forma algunas dificultades que algunas veces nos mantienen sumergidos en una especie de estagnación interior.
La segunda noble verdad, Samudaya sacca, que puede ser traducido como “La Verdad con Respecto a la Causa de Dukkha“, define la causa de Dukkha como el apego o la avidez. El apego a los placeres sensuales, a la existencia, o a la no-existencia. Este apego tal y como lo veníamos mencionando no solo se expresa a través del apego a la forma, sino que también al ser, al tiempo o el mundo espiritual. El apego en el fondo, a la idea de una identidad separada e independiente a todo lo demás. El apego a la imagen que mantenemos sobre el yo. Un apego que se puede apreciar no solo cuando ansiamos por conseguir lo que deseamos, sino que también cuando rechazamos el dolor. Algo qué claramente se puede observar en muchas situaciones si las estudiamos con atención, por ejemplo en nuestra manera de relacionarnos con aquello que nos hace sufrir aceptando sufrimiento más allá de lo necesario llegando tal vez a la aversión o a la sumisión. Una especie de apego que en el contexto multicultural, muchas veces conlleva confusión pues a lo contrario de otras prácticas espirituales que aspiran a encontrar la gracia a través del sufrimiento, en el Budismo, la aceptación del sufrimiento no necesariamente no conduce más allá de la dualidad. Incluso puede ser que todo lo contrario ocurra, que se incrementan los condicionamientos en nuestra conducta que caracterizan la dualidad. Ósea que la atención plena es una práctica que debe extenderse también en cuanto a nuestra manera de relacionarnos con el dolor como a también a la autocompasión. Algo que una vez más evidencia que en nuestra práctica definitivamente no hay alternativa a la responsabilidad individual. Lo que vale tanto en lo absoluto como en lo relativo. Tanto en cuanto a la absoluta verdad que dice que el verdadero yo es el tiempo, el ser, la forma y el mundo espiritual en comunión como en el mundo relativo en el cual tenemos una responsabilidad determinada dentro una sociedad.
En la práctica del budismo en Occidente, muchas veces nos encontramos justamente con la dificultad de tener que explicar que si no rechazamos ni nos apegamos a alguien o algo no es porque no amamos ni tampoco por temor, sino justamente porque no le ponemos condiciones al amor. Un punto que muchas veces enriquece el diálogo interreligioso si este es valorado con honestidad pero que también puede poner en evidencia los límites de la comprensión. Pues a diferencia de otras creencias en el budismo Zen no hay ni puede haber alternativa a la responsabilidad individual. Un principio que es válido tanto en lo absoluto como en lo relativo. Así, en el budismo todas las preguntas se deciden desde la responsabilidad individual. Todas. Y con esto nos referimos a absolutamente todas las preguntas que conciernen la libertad individual. Sea en cuanto a la orientación sexual, la libertad religiosa, la política como también en cuanto a preguntas alrededor del derecho al aborto o el derecho a morir con dignidad. Nadie ni nada puede privarnos de nuestra elección ya que de otra manera el balance no sería real.
Llegando hasta aquí y para exponer lo que puede ser el apego aún más claramente nos podríamos preguntar ¿Qué hacer concretamente frente al silencio que impone el temor, frente a la injusticia que provoca quien hace el mal en nombre del bien, o frente al silencio cómplice de quien admite la injusticia con su pasividad? Tal vez diga alguien: “aceptar las cosas como son”. Una conclusión que una vez más expresa el hecho si aún no hemos llegado hasta el final de la forma siempre seguiremos viendo las cosas o de manera material de manera espiritual. De lo contrario ¿cómo podría haber un compromiso con aquello que nos niega nuestra responsabilidad? Ósea que existen situaciones en las cuales el comportamiento más integro es expresar claramente nuestra indignación. Justamente porque la forma expresa lo espiritual y lo espiritual se expresa en la forma. Tal y como lo refleja la última estrofa del himno nacional de Chile que representa la expresión fenoménica de una experiencia espiritual con las palabras: “Que o la tumba serás de los libres. O el asilo contra la opresión”.
Desde nuestro punto de vista una frase en la cual lo relativo y lo absoluto se funden en la unidad. Una frase que demuestra que el silencio que todo lo trasciende es el silencio del balance de todas las cosas a la vez y en toda dirección y no el silencio del temor. Frente al silencio del temor existen las leyes y estas explican muy claramente que es tarea del estado de intervenir para que se garanticen los derechos de practicar una creencia o una religión. De no ser así el estado estaría incumpliendo activa o pasivamente su deber tolerando lo intolerable. Y para ser más claros aun: según la convención de Ginebra, la discriminación por motivos religiosos se convierte en persecución política y da derecho al asilo político si un estado no garantiza debidamente protección a quien vive de manera distinta a los demás. Aquí quizás alguien se pregunte ¿porque llegar hasta tal extremo con esta reflexión sobre Dukkha? Tal vez porque así como lo demuestra la historia de la humanidad, este es el punto al que puede llegar el apego o la avidez en cuanto a nuestras convicciones sobre el bien y el mal. O quizás simplemente porque la atención plena no sería del todo plena si no se practicase tanto en lo relativo como en lo absoluto, tanto en la sociedad como en la espiritualidad. O quizás solamente porque hay cosas que jamás deberíamos permitir que vuelvan a ocurrir.
Hola Rainer, por que la causa, la sed? hay varias respuestas posibles. Una de ella es: debido a nuestra ignorancia en cuanto al hecho de que la forma es el vacio y el vacio la forma. Gassho
Dukha, Samudaya, Nirodha, Marga. Na Dukha, Na Samudaya, Na Nirodha, Na Marga. Pero ¿por que la causa, «la sed»?… Andá sabé… Abrazo hermano. Buena reflexión. Gassho.,