„No hay en la hierba gota de rocío en la que no se refleje el claro de la luna“
Tenemos un cuerpo, pero el cuerpo no es el ego. Tenemos un espíritu, pero el espíritu no es el ego. El ego no es nada, solo es interdependencia con el medio, sin sustancia. Si uno se considera como una entidad autónoma, dotada de voluntad propia, solo puede avanzar de error en error, chocando con todo el universo que le rodea.
La ilusión, la ceguera, es ser prisionero de lo que crees que es la verdad. A través de nuestros sentidos percibimos formas, acontecimientos, circunstancias. Clasificamos estas percepciones, sacamos conclusiones y creemos que lo que nuestro cerebro combina es la verdad. Convencidos de lo que creemos que es justo, estamos incluso dispuestos a luchar por nuestras convicciones.
El satori es despertar de un sueño y captar el ego que penetra en todo el universo. Es el lugar en el que no hay ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha, ni reverso ni anverso. Es transparente, desde los cielos hasta la tierra, es la perfección de la Vía. El miedo, la ansiedad y la mentira están ausentes de el; cuando la mentira desaparece, el universo se vuelve tan puro como el cristal.
En cada brizna de hierba brilla el claro de la luna: fenómeno universal, naturaleza de buda, Dios.
Zazen en si mismo es satori. En zazen podemos respirar, observar, oír todos los sonidos, sentir y saborear los perfumes de la naturaleza, entrar en contacto con todo el cosmos.
En un texto Dogen escribe:
“Normalmente pensamos en las cosas de la naturaleza; tierra, ríos, sol, luna, estrellas, como en cosas exteriores a nuestro espíritu, pero, de hecho, son el espíritu mismo. No penséis que esto quiere decir que todas las cosas están solo en el interior de nuestro espíritu. Abandonad las nociones de exterior y de interior, de ir y de venir. El espíritu individual no esta ni fuera ni dentro. Va y viene libremente, sin apego. Al espíritu indiviso no le concierne ni lo grande ni lo pequeño, ni lo cercano ni lo lejano, ni el ser ni el no-ser, ni la ganancia ni la perdida, ni el reconocimiento ni el no-reconocimiento, ni la vida ni la muerte”.
Segun: ZEN – Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.
Hola Maria, gracias por el comentario aunque toma en cuenta que en nuestra práctica, sin tomar la postura de zazen ningun conocimiento jamas a sido desvelado ni transmitido. Gassho
gracias por el conocimiento transmitido
Si Pau, aunque en el Zen dejamos pasar todos los recuerdos, incluso aquellos sobre Zen. Es esencial no apegarse a nada, no acomodarse, darlo todo para asi poder soltarlo todo. Gassho
la pregunta que realiza guifretri, sobre el satori, me recuerda a un cuento zen que encontré hace un tiempo…. y dice así….
«Había una vez un hombre muy pobre que vivía a la entrada de un profundo bosque. Apenas tenía para vivir y siempre se estaba quejando de su suerte miserable. Una noche, cuando se disponía a cenar, alguien llamó a la puerta de su casa. Era un monje errante que le pidió alojamiento por esa noche. El hombre le acogió amablemente, compartió con él su humilde cena y luego le cedió su propia cama para que pasara la noche.
A la mañana siguiente, antes de partir, el monje le dijo:
— Has sido amable y hospitalario conmigo, por eso, en agradecimiento, te voy a confiar un tesoro. Delante mismo de la puerta de tu casa, ahí, en ese espeso bosque, vive un animal fabuloso que se llama Satori. Su vida transcurre en la copa de los árboles, allí come y duerme. El que consiga cazarlo no tendrá que preocuparse nunca más por nada; podrá conseguir todo lo que desee y vivirá en paz el resto de su vida.
El hombre se puso muy contento, y cuando el monje partió, fue al pueblo, compró un hacha e inmediatamente se puso a talar árboles. «Con un poco de suerte -pensaba- lo sorprendo mientras duerme y antes de que se dé cuenta lo habré cazado».
Pero el animal Satori era muy sabio y muy viejo, y además poseía la facultad de leer el pensamiento; por eso, cada vez que el hombre se acercaba al árbol donde él estaba, captando sus intenciones, se trasladaba a otro árbol cualquiera.
Así pasó el tiempo. Cada vez que el hombre se acercaba, el animal Satori se cambiaba de árbol. El hombre había talado ya muchos árboles, y aprovechaba la madera para venderla como leña en el pueblo.
Así sus problemas económicos se habían solucionado. Llegó el día en que ni siquiera pensaba en el animal. Cortaba un árbol, recogía la madera y se iba. El animal Satori también había dejado de temerle. No captaba en él ningún pensamiento amenazador.
Una mañana, estaba el hombre como de costumbre cortando un árbol, cuando el animal Satori cayó a sus pies. Estaba durmiendo en la copa del árbol y no había podido detectar en la mente del hombre ni un solo pensamiento que le avisara de su presencia…..
En gassho….
¿Puede un laico ,experimentar el satori,sin haberselo propuesto
,sin haberlo buscado?
Agradeceria respuesta
Parabens pelo seu blog, Meiyo-san.
Que possamos todos juntos espalhar estes ensinamentos maravilhosas a todos os seres!
Gassho,
Monja Isshin