De instante a instante darlo todo de si.
Desde más allá de la dualidad que distingue entre la espiritualidad de una práctica socialmente comprometida, desde más allá de la comprensión que distingue entre el dar y el recibir, desde la unión de lo interior con lo exterior, todo fenómeno social se ve de una manera distinta a los que solemos ver.
Tal vez como un fragmento dentro del movimiento universal que es a la vez tanto un fragmento como el universo entero y que por eso nos enseña la inmaculada verdad. O tal vez como una visión, como un reflejo de la verdad que aclara nuestro interior y que así va más allá de nuestra experiencia personal. Así, visto desde esta perspectiva y si nos preguntamos ¿qué es la seguridad?, ¿qué es lo que podemos observar?
Posiblemente en primer lugar que al igual que la educación o el derecho a vivir autodeterminadamente también la seguridad es un derecho fundamental de toda sociedad. Y que la palabra seguridad que se deriva de la “sēcūrus” del latín y que significa „sin preocupaciones“ caracteriza una situación que se experimenta como libre de riesgos o de peligros. Ósea que se podría decir que la seguridad es una situación o una experiencia que se percibe como segura debido a determinadas circunstancias exteriores así como a la percepción subjetiva de quien experimenta la situación. De ahí podríamos concluir que la seguridad depende tanto de factores exteriores que caracterizan una situación como de factores interiores que tienen que ver con el estado de quien percibe la situación. Aun así, como todos sabemos para que una situación se perciba como segura, esta no puede depender. Por esta razón ponemos en duda acaso la seguridad puede ser algo que depende de lo interior o lo interior y ponemos el termino seguridad a prueba cuestionándonos que significa la seguridad en la sociedad .
Y miramos nuevamente hacia las personas con discapacidad física o los ancianos que representan un gran grupo social y nos preguntamos ¿cómo ven estas personas la seguridad? Y es así como observamos que la seguridad puede ser vista de diferentes maneras. Por una parte como una necesidad que requiere circunstancias concretas pero también como un estado que para muchos es imposible de alcanzar. Porque esto es lo que se experimenta cuando disminuye la capacidad visual, cuando la motricidad fina se ve afectada y debido a esto todo movimiento se convierte en un peligro. Un peligro que incrementa la inseguridad y más aun después de la primera caída o después de la ruptura de un hueso, que a uno lo acerca con pasos gigantes hacia la invalidad. Experiencias traumáticas que hacen de todo movimiento un gran desafío, no solo al cruzar la calle o al bajar de un bus y que repercuten profundamente en la capacidad de movilidad y que puede llegar a quitarle al afectado su dignidad.
En nuestra practica decimos que volver al estado de balance entre lo exterior y lo interior es la condición normal del cuerpo espíritu. Al escuchar estas palabras muchas veces podemos observar que debido a las facultades que se pueden adquirir a través de la practica de la concentración frecuentemente se sacan diferentes conclusiones sobre los meritos de la practica de zazen. Pues nuestra practica no consiste en hacer de una persona común un santo o un ser superior. O alcanzar un estado de perfección en la cual el individuo se libera de los tres venenos, el miedo, la rabia y la ignorancia y ya no siente inseguridad. Por eso nuevamente nos cuestionamos ¿qué seria de la seguridad sin la inseguridad? ¿qué seria de la felicidad sin el sufrimiento? ¿Qué es el sufrimiento? ¿Qué es la felicidad? Y lo que a partir de la práctica budista es más importante aun: ¿que seria del yo sin los demás?
Preguntas que nos indican que la verdadera seguridad tiene que ser algo que va más allá una habilidad corporal o mental, algo que va más allá de lo que distingue entre seguridad y la inseguridad, entre la mente o la no-mente o entre lo interior y lo exterior. Algo que solo se realiza a través de la unión del cuerpo y el espíritu y que implica calma, paz y compasión.
Y a través de esta calma podemos comprender profundamente que así como el dar y el recibir son dos caras diferentes de un solo movimiento, la seguridad y la inseguridad también lo son. Un movimiento que nos enseña que no hay nada que alcanzar porque todo ya esta aquí, solo esperando a que nos demos cuenta de ello. A que nos demos cuenta de que tal como cualquier padre o madre del reino animal, también todos los budas han hecho lo que han hecho ni para ellos mismos ni para los demás. Como cualquier pez, cualquier ave, cualquier caballo, cualquier oveja o cualquier ser humano, como cualquier madre o padre que pasan penas mentales o físicas y aun así perseveran hasta el final de sus días y en todo instante sin esperar recompensa alguna a cambio porque eso es lo que significa ser padres. Una actitud que nos indica que la seguridad que va más allá de cualquier concepto puede ser también eso: independientemente a cualquier circunstancia sea exterior o interior, vivir la vida de instante a instante, haciendo lo que requiere el momento de acuerdo a nuestras posibilidades soltando cualquier discriminación.