Hojas que caen
incluso en verano
mudo silencio
En nuestra práctica, cuando hemos abierto hasta la ultima ventana del olvido que se encuentra en nuestro interior, cuando nos damos cuenta que en realidad no hay ninguna ventana que abrir y que por eso no hay nada que olvidar, nos encontramos con nosotros mismos. Y así como nos encontramos con nosotros mismos descubrimos que la memoria es una faceta de nuestro verdadero ser. Aquel verdadero ser, que es la sabiduría del silencio y que a la vez no es un silencio mudo sino que un silencio que calla cuando hay que callar y habla cuando hay que hablar.
La opacidad se diluye y descubrimos que los versos de Keizan Zenji también se pueden desde la otra dirección:
Cuando aparece el verdadero ser, la sabiduría se manifiesta.
Cuando se manifiesta la sabiduría, el silencio aparece.
Cuando el silencio aparece, la opacidad se diluye.
Así, cuando la opacidad se diluye, nos damos cuenta que el olvido esta lleno de memoria, que esta es una memoria que nos dice que aunque el pasado no este presente, los logros que ha hecho la humanidad hasta ahora son derechos que requieren nuestro cuidado y proteccion. Logros como lo son el derecho a expresar libremente la opinión o el logro de no ser discriminados porque como adultos hemos escogido libremente nuestra religión.
De esta manera aunque el pasado ya no esté presente, vuelven a renacer en todo instante nuestras convicciones en cuanto a la vida en sociedad y descubrimos que el Aquí y Ahora no es solo el único momento en el cual ocurre nuestra vida, no es solo aquel tiempo y lugar donde se expresa el verdadero ser sino que también es el más profundo mensaje de compasión y de paz del budismo Zen.
Pues en todo instante es posible volver a la realidad de este instante. Una realidad en la que como nada separa el objeto del sujeto, a través de los tres tiempos y en las diez direcciones, todo sentimiento, toda palabra y toda acción, son un acto de paz. Así nos implicamos en la vida cotidiana donde se vive de manera directa la diversidad y la multiculturalidad y llegamos a la conclusión que si lo que verdaderamente queremos es fomentar la paz y la comprensión, lo más importante tal vez sea aceptar lo diferente sin ningún comentario adicional. Incluso si en el fondo pensemos que los sentimientos y creencias de la otra persona están completamente opuestos a nuestras propias creencias. Aceptar por ejemplo tanto si alguien cree en un ser todopoderoso y justo que juzga sobre nuestros actos, como aceptar si según la otra persona el único infierno que existe son los demás.
Y de la misma manera aceptar también el hecho que entre las diferentes tradiciones budistas hay particularidades que están ahí y que no permiten comparación. Pues así como en el Zen la moral es una inmoralidad, en algunas ramas del budismo la moral es primordial.
Ósea que es importante aceptar incondicionalmente lo diferente si nuestra intención verdadera es fomentar la paz y el entendimiento. Lo que por otra parte no impide conservar plenamente nuestra integridad y decir:
El verdadero ser son todas los seres y cosas y todos los seres y cosas son el universo y a la vez el universo es tan solo el universo, todos los seres y cosas son tan solo todos los seres y cosas y el verdadero ser es solo el verdadero ser. Como una gota de agua dentro del océano. Una gota que es en todo instante íntegramente el océano y que a la vez en todo instante contiene un océano dentro de si.
Vista de esta manera la realidad, ¿quién podría decir que es inferior o que es superior? ¿quién tiene la razón y quien no? ¿qué está adentro y que está afuera? Lo único seguro que queda es este instante, Aquí y Ahora. Aquí en este lugar, Ahora en este mismo instante, estoy vivo y comparto con todos los seres y cosas el vivir.
Ósea que el respetar otras creencias y sus métodos debe ser un acto natural que no da margen para discusión. Aun así, la verdad es que en la vida cotidiana muchas veces partimos desde nuestro propio código de valores para opinar y juzgar y esto puede llevar a mucha confusión. En este sentido y porque hay cosas que deberíamos impedir que vuelvan a ocurrir ponemos a discusión otro mito sobre la práctica del budismo Zen: No es verdad que ante la agresión la práctica de un budista Zen consista en primer lugar en practicar la paciencia y en no enfadarse o no defenderse. Eso es un mito y ese mito más bien se presta para manipular la realidad. Pues claro está que desde la unión del objeto y el sujeto, nuestra práctica en primer lugar consiste en hacer Aquí y Ahora simplemente lo que hay que hacer.
Dibujo expuesto en Villa Grimaldi
Tal vez demuestre esto una vez más porque en el budismo Zen persistimos tanto en comprender el verdadero origen del sufrimiento. ¿Están la desesperación, la ansiedad, el hambre, la injusticia, la pobreza, aquellas expresiones del sufrimiento que en primera instancia localizamos como algo externo, fuera o dentro de nosotros? Una pregunta que debería estar constantemente presente en nuestra práctica, pues mientras exista una separación entre el objeto y el sujeto la verdad será subjetiva y el objeto siempre se encontrara en el exterior.
Así que de lo que verdaderamente se trata en la práctica del Zen es aprender a relacionarnos con la actividad mental para experimentar aquel silencio que va más allá de la dualidad que ve el ruido como un opuesto a la tranquilidad. Un silencio omnipresente que tras experimentarlo nos indica que nuestra práctica verdadera consiste más bien en soltar, pues en todo instante nuestro verdadero ser está aquí.
Nota: el próximo sesshin en el templo Busshinji de Sao Paulo se llevará cabo entre el 28 de febrero y el 3 de marzo.
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