Porque la más alta verdad no es otra cosa que la más alta verdad a esta le llamamos un sueño – Eihei Dogen.
La única y mas importante responsabilidad que tiene cualquier practicante del Zen es escuchar alguna vez la voz de Buda Shakyamuni, una voz que al igual que la campana de la paz, cuando la escuchamos nos relata la mas sublime verdad:
Gate, Gate. Paragate. Parasamgate. Bodhi Svaha.
Palabras que para muchos de nosotros suenan como un brisa fresca que proviene de otro mundo; como un eco que llega desde un lejano lugar y que surge a través del amplio portal del Dharma. Palabras de las cuales esperamos que algún día, de alguna manera, se hagan realidad.
En los diferentes contextos culturales a los sueños se les ha dado diferentes significados. Mientras que en algunas culturas sobretodo indigenas un sueño puede ser una revelación espiritual en otras es mas bien un reflejo de nuestros deseos inconscientes que a la vez son anhelos que van más allá de la lógica o de nuestro código moral. Y como vivimos en un mundo en el que vale más lo racional que a lo intuitivo-espiritual muchas veces llegamos a la conclusión que el sueño esta más cerca de la ilusión que del despertar.
Una conclusión con la que nos encontramos también muchas veces en el budismo Zen, ya que frecuentemente se saca la conclusión que el soñar se contradice con la practica budista del aquí y ahora, porque soñar significa encontrarse en una proyección mental. De ahí tal vez que muchas veces se concluye que la vida budista debe ser una vida de renuncia en cuanto al soñar. Pues cuando observamos como funciona el pensar, como rechazamos o nos apegamos en todo instante con nuestros pensamientos a la actividad mental en función de la emoción, nos entran dudas sobre lo que es la realidad. Es como si la emoción a través de los pensamientos enturbiase un agua clara que originalmente es transparente y pacifica. Pues una de las primeras cosas que suceden cuando comenzamos a observar como actúa el pensar, es cuestionarnos que es la realidad ¿será la realidad aquello que viene de afuera? ¿O será la realidad solo un reflejo de nuestro interior?
Pero hay algo en todo esto que nos hace dudar. Y es que si observamos con atención podemos ver que como toda religión o filosofía, también el budismo tiene y mantiene sueños. Sueños como los que recitamos todas las mañanas con los cuatro grandes votos:
Por numerosos que sean los seres sensibles hago el voto de salvarles a todos.
Por numerosas que sean las pasiones hago el voto de vencerlas todas.
Por numerosos que sean los dharmas,
hago el voto de adquirirlos todos.
Por perfecta que sea la Vía del Buda,
hago el voto de hacerla realidad.
Así conscientes de la importancia que tienen los votos en nuestra religión nos preguntamos ¿no es así que son nuestros sueños los que nos indican la vía que debemos tomar? Y más allá ¿no es incluso así que necesitamos los sueños en nuestra práctica para hacerlos realidad? De esta manera llegamos a la pregunta final y que nos lleva a dar un paso mas allá: ¿se deben rechazar los sueños también cuando estos consisten en el deseo de ver la realidad desde más allá de la dualidad?
Algunas veces malentendiendo la práctica del aquí y ahora se ha llegado a decir que el Zen es enemigo de los sueños, de la fantasía o de la imaginación. Pero tal vez sea este un malentendido ya que soñar con algo, la fantasía o el aspirar a algo, no tiene porque significar ser iluso al apegarse a la ilusión. Porque esto es lo que nos enseña la practica de Shikantaza: cuando aspiramos a la verdad y soltamos toda formación mental y todo concepto y soltamos así la dualidad, incluso aquella que distingue entre un sueño y la realidad, es cuando mas cerca estamos de la verdad. Ósea que incluso podemos ir un paso más allá y decir: solo cuando confiamos en nuestro sueño de verdad y soltamos nuestro sueño y soltamos así toda actividad mental, nuestra práctica se convierte en una fuerza impulsora que nos ayuda a volver a ver la vida como el infinito misterio que es.
Por eso una vez más: un sueño puede significar mucho mas que crear cosas que no son. Un sueño puede ser el viento, puede ser la lluvia, puede ser un ave que aprende a nadar o un pez que aprende a volar y así puede ser también el sonido de una campana de la paz o la voz de Buda Shakyamuni que nos dice que hacemos del sueño una realidad siempre y cuando lo observado se hace uno con el observador y actuamos de acuerdo a esta comprensión.