SHIN JIN MEI – Poema de la fe en el espíritu
Penetrar en la vía suprema no es fácil ni difícil,
basta con que no haya ni amor ni odio,
ni elección ni rechazo.
Basta con que no haya ni amor ni odio
para que la comprension aparezca,
espontáneamente clara,
como la luz del día en una caverna.
Si en el espíritu se crea una singularidad,
por ínfima que sea,
el cielo y la tierra quedan separados
por una distancia ilimitada.
Si realizamos el satori aquí y ahora,
las ideas de justo y falso
no penetran más en nuestro espíritu.
La lucha entre lo justo y lo falso,
en nuestra conciencia,
conduce a la enfermedad del espíritu.
Si no penetramos en el origen de las cosas
nuestro espíritu se agotará en vano.
La Vía es redonda, pacífica,
amplia como el vasto cosmos, perfecta,
sin la menor noción de permanecer
o desaparecer.
Queremos atrapar o rechazar,
en verdad,
ésta es la razón por la que no somos libres.
No corráis detrás de los fenómenos.
No permanezcáis en la vacuidad (ku).
Nuestro espíritu, cuando permanece tranquilo
se desvanece espontáneamente.
Si detenemos todo movimiento
nuestro espíritu se tranquilizará.
Y esta tranquilidad, a continuación,
provocará de nuevo el movimiento.
Si permanecemos en uno de los dos extremos,
¿cómo podremos comprender el otro?
Si no nos concentramos sobre el origen
perderemos los méritos de los dos extremos.
Si abrazamos únicamente la existencia,
perdemos la vacuidad.
Si abrazamos únicamente la vacuidad,
perdemos la existencia.
Aunque nuestras palabras sean justas,
aunque nuestros pensamientos sean exactos,
esto no es aún conforme a la verdad.
El abandono del lenguaje y del pensamiento
nos conducirá más allá de todo.
Si no se puede abandonar el lenguaje ni el pensamiento
¿cómo resolver la Vía?
Retornando a la raíz original tocamos la esencia.
Siguiendo los reflejos perdemos el origen.
Al iluminarlos en todas las direcciones,
aunque sólo sea un instante,
superamos la vacuidad ordinaria.
La aparición de la vacuidad ordinaria
depende del nacimiento de las ilusiones.
No busquéis la verdad.
Contentaros con no tener prejuicios.
No permanezcáis en ninguno de los dos extremos.
No busquéis el dualismo.
Si la noción de justo o de falso permanece,
aunque sea muy débilmente,
nuestro espíritu se ensombrecerá en la confusión.
El dos depende del uno
pero no os apeguéis ni siquiera al uno.
Si el espíritu no se manifiesta
los fenómenos serán sin error.
Sin error no hay dharma.
Sin dharma no hay espíritu.
El sujeto desaparece siguiendo al objeto,
el objeto se oscurece siguiendo al sujeto.
El objeto puede ser realizado en tanto que verdadero objeto
a través de la interdependencia con el sujeto.
El sujeto puede ser realizado en tanto que verdadero sujeto
a través de la interdependencia con el objeto.
Si queréis comprender el sujeto y el objeto
tenéis que daros cuenta de que, en definitiva,
los dos son vacuidad.
Una vacuidad idéntica al uno y al otro
incluye todos los fenómenos.
No discriminéis entre lo sutil y lo grosero.
No hay ningún partido que tomar.
La sustancia de la Gran Vía es generosa,
no es difícil ni fácil.
Las personas que tienen un espíritu fuerte
caen en la duda.
Si nos aferramos a un espíritu mezquino
perderemos toda medida
y nos precipitaremos en la vía del error.
Si lo expresamos libremente, somos naturales.
En nuestro cuerpo no hay ningún lugar
al que ir y permanecer.
Confiando en la naturaleza
podemos estar en armonía con la Vía.
Ken hen se opone a la verdad,
kontin se escapa de ella.
Si queremos ir,
tomando el vehículo supremo,
no debemos detestar las seis manchas.
Si no detestamos las seis manchas
podemos alcanzar el verdadero estado de Buda.
El hombre sabio no actúa.
El hombre estúpido ama y odia,
encadenándose él mismo.
En el dharma no hay ninguna diferenciación,
pero el hombre estúpido se encadena él mismo.
Servirse del espíritu con el espíritu
¿es gran confusión o armonía?
Los estados Ken hen y Kontin
surgen de la duda.
El amor y el odio no existen
en la condición del satori.
Hacemos demasiadas consideraciones
acerca de los dos aspectos de todo elemento.
Como un sueño, un espejismo, una flor de vacuidad,
así es nuestra vida.
¿Por qué sufrimos intentando atrapar esta ilusión?
La ganancia, la pérdida, lo justo, lo falso,
os lo ruego,
abandonadlos.
Cuando nuestros ojos no duermen
todos nuestros sueños se desvanecen.
Cuando el espíritu no está sometido a las discriminaciones
todas las existencias del cosmos se vuelven unidad.
Cuando nuestro cuerpo experimenta profundamente la unidad
podemos cortar instantáneamente todas las relaciones.
Considerando todas las existencias con ecuanimidad
retornamos a nuestra naturaleza original.
Si examinamos esto
nada puede ser comparado.
Cuando cesamos el movimiento,
deja de haber movimiento.
Cuando movemos la inmovilidad,
deja de haber inmovilidad.
Al ser imposible el dos,
el uno lo es igualmente.
Por último, en definitiva,
no hay regla ni regulación.
Cuando el espíritu coincide con el espíritu,
el origen y las huellas de las acciones
desaparecen.
Al no existir las dudas del zorro,
las pasiones se extinguen completamente
y, de repente, aparece la fe.
Al ser todos los elementos impermanentes
no queda ninguna huella en la memoria.
Iluminar la propia interioridad con la luz del vacío
no requiere el uso del poder del espíritu.
Respecto a hishiryo
es muy difícil hacer consideraciones.
En el mundo de la realidad tal y como es
no hay ego ni ninguna otra diferencia.
Experimentar lo uno
sólo es posible en el no-dos.
Al ser esto no-dos,
todas las cosas son idénticas, parecidas,
y las contradicciones, toleradas.
Los sabios, toda la humanidad entera,
van hacia la enseñanza de la fuente original.
Un momento de conciencia equivale a diez mil años.
Ni existencia ni no-existencia
por todas partes ante nuestros ojos.
Lo mínimo es idéntico a lo máximo.
Debemos borrar las fronteras de los diferentes lugares.
Lo infinitamente grande es igual a lo infinitamente pequeño.
No podemos ver los límites de los lugares.
La existencia misma es no-existencia.
La no-existencia misma es existencia.
Si esto no es así,
no debéis contentaros con protegerlo.
Lo uno es todo.
Todas las cosas son lo uno.
Si esto es así,
¿por qué es necesario considerar lo no-finito?
La Fe es no-dos.
No-dos es la Fe.
Finalmente, las argucias de nuestro lenguaje
se resquebrajarán totalmente
y pasado, presente y futuro dejarán de estar limitados.