TRASCENDER CATEGORÍAS



No te quedes mirando la luna que la luna resplandece por si misma

El romanticismo es hoy en día uno de los valores más importantes y que más venden en la sociedad moderna de consumo. Este fenómeno social esta tan incrustado en nuestra cultura que muchas veces incluso podemos llegar a creer que se trata de una información genética que hemos heredado de nuestros antepasados.

Pero mirando hacia la historia de la sociedad moderna nos entran las dudas en cuanto a la esencia de este fenómeno social dado que nos encontramos con que el romanticismo surgió como una reacción a otro proceso social. Y es que según la historia, el romanticismo nació como reacción al afán del ser humano hacia el control a través de la lógica y de la ciencia. Y dado que este afán por el control racional y la creencia en el progreso tecnológico desde hace ya varios siglos sigue perdurando, nos preguntamos ¿no será el romanticismo entonces simplemente una reacción que nace de la ansiedad del ser moderno por tener que reprimir sus sentimientos ante el orden social? Y es que el ser moderno sigue estando lejos de establecer un balance entre lo emocional y lo racional , entre lo espiritual y la ciencia, entre si y la naturaleza. Tal vez sea solo esta situación de desbalance lo que tanta melancolía y añoranza le hace sentir al ser moderno y lo que le lleva a buscar refugio en el romanticismo. Pues el romanticismo ofrece una perspectiva. Una opción concreta que propaga que la libertad individual se encuentra en la expresión y vivencia de los sentimientos. Algo que por otra parte la sociedad de consumo perfectamente sabe utilizar. Porque donde se asocia la libertad con la intensidad con la que vivimos nuestra sensaciones, el mensaje de venta mas importante es: entre mas entretenimiento y mas placer – mas libres y felices seremos.

Otra característica del romanticismo que pone en duda su condición de valor inamovible en nuestra vida es el hecho de que al propagar que la verdad se encuentra mas allá de la lógica, el romanticismo se posiciona en contradicción a las ciencias naturales. ¿Pero es esto verdaderamente así? Más dudas. Dudamos porque nuestra práctica de Shikantaza nos demuestra que lo que a partir de la dualidad se presenta como polos opuestos, a partir de la unidad en realidad no sean más que dos caras de una y la misma cosa. Y más allá, la práctica de solo sentarse nos indica que el verdadero balance no se encuentra al buscar refugio en el otro extremo si no que simplemente al abandonar cualquier categoría y al entregarse completamente a la postura. Por lo tanto no se trata de escoger entre esto y lo otro, entre lo lógico y lo sensorial, si no que únicamente en dejar de añadir cualquier cosa. En nuestra práctica mientras no exista una entrega al cien por cien con cuerpo y espíritu, mientras exista la mas minima diferenciación entre el observador y lo observado, estaremos intentando limitar lo ilimitado.

En el Budismo por lo tanto no se trata de escoger una Vía entre lo racional-y-lógico y lo emotivo-y-sensorial. El Dharma en el Budismo se basa en los hechos en el aquí y ahora – más allá de cualquier categoría. Simplemente nos sentamos con todas nuestras ilusiones en Zazen. Porque pensándolo bien ¿que otra forma mas directa podría haber para expresar la verdad que trasciende cualquier categoría que tomar la postura de Zazen?

Sobre el proceso de transcendencia de las categorías, el maestro Dogen profundiza en el Genjo Koan de la siguiente manera:

Cuando usamos todo el cuerpo-mente para mirar las formas, y cuando usamos todo el cuerpo-y-mente para escuchar los sonidos, incluso a pesar de que los estamos percibiendo de manera directa, no es como el reflejo de una imagen en un espejo, no es como el agua y la luna. Mientras experimentamos un lado, somos ciegos para el otro.

Aprender la verdad de Buda es aprendernos a nosotros mismos. Aprendernos a nosotros mismos es olvidarnos de nosotros mismos. Olvidarnos de nosotros mismos es ser experimentado por los innumerables Dharmas. El ser experimentado por los innumerables Dharmas es dejar caer nuestro propio cuerpo-y-mente, y el cuerpo-y-mente del mundo externo. Existe un estado en el que los trazos de la realización son olvidados; y este manifiesta los trazos de la realización olvidada por mucho, mucho tiempo.

Al principio, cuando la gente busca el Dharma, se encuentra muy alejada de los bordes del Dharma. Pero en cuanto el Dharma es transmitido auténticamente a nosotros, somos un ser humano en nuestro elemento original. Cuando un hombre está navegando en un bote y mueve sus ojos hacia la costa, él cree erróneamente que la costa esta en movimiento. Si mantiene los ojos fijos en el bote, el sabe que es el bote el que avanza. De forma similar, cuando intentamos entender los innumerables dharmas en base a suposiciones confusas acerca del cuerpo y la mente, interpretamos en forma equivocada que nuestra propia mente o nuestra propia esencia puede ser permanente. Si nos familiarizamos con la acción y regresamos a este lugar especifico, la verdad es evidente en el sentido de que los innumerables dharmas no son el yo. La madera se vuelve ceniza; nunca puede volver a ser madera. Sin embargo, no debemos asumir el punto de vista que la ceniza es su futuro y la madera su pasado. Debemos recordar que la madera permanece en el lugar de la madera en el Dharma. Tiene un pasado y tiene su futuro. A pesar de que tenga un pasado y un futuro, el pasado y el futuro están interrumpidos. La ceniza existe en el lugar de la ceniza en el Dharma. Tiene un pasado y tiene un futuro. La madera, después de volverse ceniza, no vuelve a ser madera otra vez. Igualmente, los seres humanos, después de la muerte no viven nuevamente. A la vez, es una costumbre establecida en el Dharma del Buda, el no decir que la vida se vuelve muerte. Es por eso que hablamos de la no aparición. Y es la predica del Buda establecida en el giro de la rueda del Dharma que la muerte no se vuelve vida. Es por esto que hablamos de la no desaparición. La vida es una situación instantánea, y la muerte también es una situación instantánea. Por ejemplo, es lo mismo con el invierno y la primavera. No pensamos que el invierno se vuelve primavera, y no decimos que la primavera se vuelve verano.

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