TREINTAICINCO

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Sin nada pedirle,
El viento se revela.
Forma natural.

Desde una práctica en la cual la verdad es como un brisa fresca de viento que remueve todo en toda dirección la educación es un verdadero acto de emancipación. Con todo sentimiento, con todo pensamiento y con todo movimiento. Constante. Interminable. Sin limites. Incomparable porque cuestiona constantemente toda verdad. Volviendo una y otra vez del mundo del pensamiento a la realidad del cuerpo cuestionando así toda proyección mental. Proyecciones como lo puede ser cualquier deseo por profano que sea. Pero que también se aprecia en todo ideal. Incluso en el afán de querer rescatar el mundo, de luchar contra el calentamiento global o de crear una sociedad mas justa y mejor. ¿Y es que no refleja todo ideal o toda creencia en el progreso una creencia en la providencia también? Lo que no esta ni bien ni mal ¿solo que como podríamos llamarle emancipación a un estado de la mente que cree saber que es la verdad? Como ¿si nada es permanente?, como ¿si todo instante es único?. Como, ¿si todo momento es incomparable con cualquier otro instante anterior?

Ósea que la educación así como la propone la practica del Zen tal vez tarde o temprano nos conduzca incluso a través de la desilusión. Esto no porque la falta de un ideal implique un abismo nihilista careciente de sentido sino porque esto es lo que frecuentemente ocurre cuando nos encontrarnos con el hecho de que nuestros deseos no coinciden con la realidad. Que aquellas imágenes que manteníamos sobre libertad defieren mucho de la libertad así como se manifiesta en la realidad. Así tal vez arribemos incluso a la conclusión que la meta de la educación en el Zen ni sea la de alcanzar dicha liberación. Tal vez no se trate de salvar el mundo ni de alcanzar un nivel de conciencia mas elevado que nos haga despertar hasta llegar a un final feliz. Tal vez consista la vía en nuestra práctica solo en seguir hasta el final esa voz interior que constantemente se está cuestionando porque. Que así nos lleva más allá de todo lo que hemos aprendido y a través de cualquier dificultad. Más allá del sentido de culpabilidad. Más allá de la necesidad de querer complacer. Mas allá de cualquier voz que en algún momento nos haya denunciado. De demasiado dóciles o desobedientes, de autoritarios o anarquistas, de ingenuos o de infieles, de ilusionados o de pesimistas o cualquier otro concepto mas. Voces carentes de fuerza alguna solo si no resonasen también en nuestro interior. Y que así cada vez se van revelando como voces amigas sobre el camino ya que desde lo mas profundo de nuestro interior nos recuerdan una y otra vez que lo mas importante es reconocer como son las cosas de verdad. Reconocer que si la ilusión existe es porque distinguimos entre la ilusión y la verdad.

Un día, el maestro Tosu Daido, de la montaña Tosu fue preguntado por un monje:

– ¿Qué significa la expresión “¿los diez cuerpos de la armonía y del autocontrol de un Buda?”

El maestro se bajó de la silla del Dharma y se quedo parado con las manos en shasshu

Más tarde el monje volvió a preguntar:
– ¿Qué es lo que distingue a un hombre sencillo de un hombre santo?

El maestro se volvió a bajar de la silla para quedarse nuevamente parado con las manos en shasshu (1).

El monje quería saber más sobre la harmonía y el control de las facultades que tiene un buda. El maestro se bajó de su silla quedándose con las manos en shasshu para demostrarle a su discípulo de manera concreta y real lo que significa el cuerpo de la harmonía y el autocontrol. Lo que no implica ningún estado especial del cuerpo o la mente sino que es la expresión de la situación concreta del aquí y ahora. Algo que el monje hasta cierto punto pudo comprender pero que aun le hacia dudar. Lo que le que llevó a seguir cuestionándose y a preguntarle al maestro que es lo que distingue a un hombre normal y corriente de un santo. Y el maestro se volvió a parar quedándose nuevamente con las manos en shasshu. De esta manera el maestro nuevamente le estaba señalando que en realidad nada distingue al hombre corriente del hombre santo, salvo su actitud en cuanto a este mismo instante. La mas alta sabiduría, la mas alta verdad es algo que lo encontramos siempre en el aquí y ahora y no en una proyección mental. Lo que nos indica que la armonía en el Zen no es lo que nos imaginamos que sea. No se trata de la paz artificial que encontramos a este lado de la zona de confort. Se trata de la armonía que se encuentra cuando el sentimiento, el pensamiento, la palabra y los hechos se encuentran en unidad. Esta es el estilo de educación al que apunta la práctica del Zen.

(1) Caso 35 del Shinji Shobogenzo – Colección de 301 Koanes del maestro Dogen.

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