Vuelan las aves,
Sin dejar huellas atrás.
¿A donde irán?
A través de todos los tiempos y en todo lugar al ser humano le ha gustado viajar. Desde que existe la memoria de la humanidad hemos asociado al viajar con la aventura y el riesgo con una posibilidad de crecer. Desde que podemos recordar viajar a implicado abrir las puertas de otro mundo y entrar en aquello que es imposible anticipar. Ha sido como entrar en un bosque denso y oscuro y volver llenos de flores. A sido aventurarse y crecer a través de la diversidad descodificando las normas antiguas, permitiéndonos dejarnos llevar por la vida y su fluidez. Si, quizás sea esta la verdadera razón porque nos gusta tanto viajar. Porque al viajar desde adentro vamos aprendiendo que siempre es posible ver las cosas de manera diferente, que no son los las costumbres lo que determinan nuestro destino sino que los hábitos que permitimos que subsigan y que permitimos que se nos impongan o que nos autoimponemos. Quizás sea esta la razón porque la palabra viajar la pensemos tan cerca de otra palabra por lo menos tan mística como la anterior, la palabra libertad.
Ahora, todo verdadero viajero sabe que hay diferentes formas de viajar. Existen los viajes a otros sitios, a otros países a otras culturas como también existen los viajes a través del tiempo, hacia el pasado, hacia el futuro, los viajes a través de la historia. Se puede viajar individualmente o en colectivo, como el viaje que estamos llevando a cabo en este mismo instante junto a toda la humanidad. Así incluso se puede decir que para viajar ni siquiera se requiere viajar. Se puede viajar de la misma manera en avión o en tren como subiéndose a un árbol o tomando la postura de meditación. Pues existen los viajes al exterior como también existe el peregrinaje hacia nuestro interior. Y de la misma forma hay viajes que determinan nuestro destino. Viajes que son tanto colectivos como individuales, que van tanto al exterior como al interior, viajes que paran en el pasado, en el presente y en el futuro. Viajes en los cuales se diluyen absolutamente todas las fronteras porque entendemos que todo lo que existe en este mismo instante es un constante viajar. Creo poder decir que el viaje por la historia de los últimos 50 años es uno de estos viajes. Una aventura colectiva que nos recuerda constantemente que a pesar de todo lo vivido, el futuro se construye aquí y ahora. Jamás en un pasado que pudo haber sido mejor. Una conclusión que para todos nosotros suena muy comprensible aunque no siempre sea fácil de cumplir pues asumirla significa madurar. E incluso hay viajes que pueden llevar incluso más allá. Que nos llevan hasta una estación de la cual no todos podemos salir sin ayuda tan grande es el dolor. El sitio donde nos encontramos con los abismos de las heridas y tristezas que llevamos en nuestro interior. Abismos que pueden ser tan profundos y oscuros que ya solo con su presencia nos imposibilita ver la realidad a nuestro alrededor. El abismo de la rabia y de la impotencia. La rabia por el sistema, por la impunidad, la supremacía del enemigo, la instrumentalización del mal. La impotencia frente a la injusticia, frente a la perdida, frente al dolor.
Pensando en estas situaciones me pregunto como darle alivio al sufrimiento cuando nuestro interior se encuentra encarcelado en una experiencia abismal y me cuestiono ¿si todo cambia constantemente, incluso la memoria y el cerebro, no será posible recodificar la memoria? Y de serlo, de ser posible ¿no será incluso sabio influir activamente sobre nuestro destino dándole una comprensión diferente a la emoción que creemos recordar? Repito, conscientemente. No como un acto de olvido si no que como una postura de responsabilidad. Simplemente para no permitir que el trauma del pasado siga condicionando el presente y con ello también el porvenir. En el Budismo decimos que el „yo“ fijo e inmutable es una ilusión. Una verdad que dependiendo de cómo la observemos puede conllevar inseguridad o bien ser un mensaje esperanzador. Puede ponernos nuestro mundo cuesta al revés quitándonos todos pilares sobre los que solíamos construir nuestra identidad, pero que también no dice que siempre hay esperanza en cuanto a un porvenir mejor. Y es que el futuro comienza siempre ahora, siempre esta en nuestras manos querer transformar nuestro comportamiento y nuestra manera de pensar. Esperanza que se materializa en primer lugar a través de una simple decisión. La decisión de tomar conciencia de las emociones y de los pensamientos negativos que surgen en nuestro interior. Dejando pasar nuestro karma nocivo sin darle oportunidad para que siga desarrollándose dentro de nosotros.
Con otras palabras, en este viaje que es un viaje tanto al interior como al exterior, tanto al pasado como al presente y el futuro, tanto individual como colectivo llega el momento en el cual solo se puede seguir viajando con ayuda de la responsabilidad. Escogiendo conscientemente el rumbo que queremos tomar y expresando de manera concreta esta elección cultivando activamente nuestra emoción. ¿Qué significa cultivar activamente la emoción? Una vez más: convivir aquí y ahora con las emociones de tal manera que estas no causen separación. ¿Acaso no suena esto como una propuesta convincente en cuanto a un viaje hacia un futuro mejor?