Un paso adelante.
Un paso atrás.
¿Que rumbo tomar?
Visto desde el eterno flujo de la corriente de causa y condición, desde el cielo azul bajo el cual las nubes, el viento y la luz del sol interactúan entre si, el punto de inflexión es solo un aspecto pasajero de nuestra postura y nuestra respiración. Volvemos una y otra vez a la postura de zazen y de manera natural, las tensiones y la rigidez se comienzan a disipar y con ellas nuestro Karma nocivo también. Comenzamos a comprender profundamente que toda forma de sufrimiento, como la decepción, la envidia, el temor o la ansiedad en realidad son estados de la mente, que si los dejamos pasar, se disuelven como copos de nieve que se van derritiendo gradualmente ante los rayos del sol matinal.
Y aun así, muchas veces aunque sepamos que el no dejar pasar la actividad mental conlleva rigidez y representa una seria dificultad, nos apegamos una y otra vez a nuestro Karma y con ello a aquello que una y otra vez engendra sufrimiento en toda dirección. Algo que se revela una y otra vez cuando incluso el budismo se practica como si lo más importante fuese imponer nuestra voluntad. Cuando practicamos como si todo en lo que consistiese nuestra práctica se limitase a aprender a ser mejor que el otro, o tal vez en saber engañar mejor.
Un comportamiento que si observamos con atención lo ejercemos tanto en nuestra práctica espiritual como en la vida social. Pues bien podemos observar que también en la sociedad, aunque el derecho a la libre expresión sea un derecho fundamental, aunque este derecho este anclado en la constitución e incluso aunque la prensa misma se autoproclame libre, la realidad es que muchas veces simplemente no lo es. Sea porque detrás del respectivo medio de comunicación está una empresa o un grupo determinado con sus respectivos intereses, o bien sea porque detrás de una noticia siempre hay una persona que informa enfocando de manera determinada la realidad. El caso es que muchas veces el derecho a libre expresión se queda en una proclamación noble sin mayor relevancia para la sociedad. Y esto no necesariamente porque la manipulación de información sea innegablemente una realidad sino porque existen todos aquellos que aun sabiendo que la libre expresión es clave para la convivencia en paz, sea por ignorancia, por avidez o simplemente por temor, se conforman a convivir con los intereses que intentan manipular el flujo de libre información.
Con las tendencias que como bien sabemos no solo cuestionan el derecho a libre expresión que tan básico es para una democracia y la variedad de subculturas que componen una sociedad, sino que también ponen en duda nuestra propia libertad individual.
Ósea que en todos los ámbitos alrededor de la comunicación, tanto en nuestro interior como en la sociedad nos encontramos con las tendencias y los intereses que influyen sobre la manera de informar. Así que nuevamente nos preguntamos ¿será el derecho a libre expresión real? ¿existirá de verdad? O es este derecho que muchas veces ya ha sido declarado como fundamental para la paz social, al igual que la democracia, más bien un ideal o una ficción?. ¿Un instrumento que en realidad solo se presta para ejercer el poder?
Preguntas a las que podríamos responder explicando que la verdad cuando se convierte en ideal deja de ser la verdad, a las que podríamos replicar que el intento de silenciar la libre expresión y el fundamentalismo radical nacen de la misma violencia que podemos observar una y otra vez cuando se le intenta de imponer a alguien una creencia o una verdad, o frente a las cuales podríamos argumentar que el derecho a la libre expresión depende de que mantengamos viva nuestra vigilancia social. Preguntas que así nos invitan a seguir buscando muchas respuestas más pero que a la vez nos dicen que tal vez sea el momento de parar. De cesar nuevamente el discurso mental volviendo a nuestro cuerpo y a nuestra respiración. Una acción concreta que desde el dualismo se podría comprender como un paso atrás pero que si lo damos con decisión tal vez equivalga a un verdadero paso adelante. Y esto por diferentes motivos. En primer lugar porque alimentar el discurso interior siempre conllevará más confusión, lo que radica en el hecho que el pensamiento siempre irá detrás de la realidad. Porque el callar la actividad mental no necesariamente significa callar sino que sobretodo parar aquel Karma que nos hace sufrir tanto a nosotros como a los demás. Y también porque el silenciar el dialogo interior da la posibilidad a mantener una actitud completamente abierta hacia este instante para experimentar la realidad tal y como es de verdad.¿Y como son las cosas de verdad? No solo impermanentes e entrelazadas a través de la constante interacción sino que todas con su propia legitimidad de ser.
Nota 1: Debido al Sesshin de gratitud que tendrá lugar entre los días 13 y 16 de febrero en el templo Busshinji de Sao Paulo hacemos una pausa y retomaremos la actividad de este blog a principios de marzo.
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