Entre la filosofía occidental moderna y el Zen puede medirse la distancia que separa un pensamiento casi exclusivamente especulativo de un pensamiento operativo, basado en una práctica que transforma el ser que se entrega a ella, operando en el una verdadera revolución interior y dando acceso a una conciencia no discursiva.
He aquí algunas de las divergencias entre la filosofía occidental y la práctica del Zen:
Abordemos ahora la noción de sabiduría que es, como se sabe, el origen mismo del termino “filosofía”. Podría decirse que es el gran olvido de la filosofía occidental moderna ya que, al eliminarla en gran parte de su discurso, demuestra que es un pensamiento puramente especulativo, sin lazo directo y profundo con la vida concreta.
Las contadas ocasiones en que se toma en consideración, es para hacer de ella una especie de prudencia y de sensatez basadas en un calculo, una apreciación equitativa en cuanto a ventajas e inconvenientes de una situación dada. Como se puede apreciar, este tipo de sabiduría incumbe siempre a la función racional propia del hemisferio izquierdo del cerebro.
La sabiduría (hannya) propia del Zen es bien diferente. No es un cálculo, es todo lo contrario de un cálculo. Es abandono, abandono de todo, es decir, no-apego absoluto: no-apego a si mismo, a los propios pensamientos, a las propias emociones, a los contenidos reprimidos en el inconsciente, al mundo, a los seres y a los objetos que podrían aun mantenernos apegados.
Este no-apego a uno mismo hace de la sabiduría hannya una sabiduría transpersonal que, lejos de ser indiferente al mundo, reconcilia al individuo con el mundo y consigo mismo, pues llega a abolir la conciencia egotica y al diferenciación que esta establece. La mejor prueba de esta no-diferenciación se encuentra en al afirmación tantas veces repetida por los maestros Zen que dice que no hay verdadera hannya sin compasión (La compasión es autentica cuando se hace real el hecho de que yo y los demás son uno). Como se ve, la sabiduría hannya participa directamente de la conciencia hishiryo, que tampoco permanece en nada y fluye como el agua. Así, puede decirse que la práctica del Zen corresponde a la parte derecha del cerebro y se enraíza en la práctica de zazen.
Antes de acabar, solo unas palabras sobre el problema de la naturaleza humana. No es en absoluto exagerado decir que esta se encuentra en el centro de la reflexión de la filosofía occidental moderna desde Kant hasta Sartre. Mientras que Kant y todos los que le siguieron definían la naturaleza humana por la razón, Sartre llegó a negar la existencia de la naturaleza humana, apoyándose en el postulado de la no-existencia de Dios.
La justificación de Sartre es interesante por varios motivos: muestra en primer lugar que es muy difícil fundar un humanismo verdadero sin una referencia a una verdad transpersonal; muestra también que, definiendo la naturaleza humana por la razón, se relativiza singularmente la noción misma de naturaleza humana. En el Zen, hacer realidad la verdadera naturaleza humana es hacer real la verdadera naturaleza de Buda y hacer real la naturaleza de Buda es hacer real en todas sus potencialidades la naturaleza humana. De esta manera se funda un nuevo humanismo que, enráizadose en lo transpersonal, valora o sacraliza por ende la dimensión personal o contingente.
Así se evita tanto el peligro de una idolatría del ego que conduce al individualismo, como también el peligro de una deshumanizacion que conduce a hacer del hombre un esclavo de si mismo y de los demás. Al final de este breve estudio comparativo entre la filosofía occidental moderna y el Zen puede medirse la distancia que separa un pensamiento casi exclusivamente especulativo de un pensamiento operativo, basado en una practica que transforma el ser que se entrega a ella, llevando a cabo en el una verdadera revolución interior y dando acceso a una conciencia no discursiva. Un pensamiento exclusivamente especulativo no podrá jamás aunque se lo proponga, alcanzar la verdad ultima del hombre, de la materia, del universo, ni tampoco aprender lo absoluto, lo divino. La ciencia y la filosofía occidental moderna harían bien en no olvidar que solo lo igual puede conocer a lo igual. Lo que significa que solo Dios puede conocer a Dios o, en otros términos, que el hombre solo puede aprehender la verdad ultima volviéndose el mismo esta verdad, Dios o Buda.
Volverse Dios o Buda no es otra cosa que manifestar lo que en el Zen se llama la naturaleza de Buda. Y manifestar eso no es otra cosa que zazen. “Zazen en si mismo es satori, zazen en si mismo es Dios, es Buda”.
Segun: Gerard Pilet, 1997