Tokusan, quien vivía en el noroeste de China durante la dinastía T´ang, fue una autoridad en materia de filosofía budista, en particular del “Sutra del Diamante”. Según la filosofía budista, la gente ordinaria tarda muchísimos años para convertirse en Buda. En el Zen, sin embargo, se afirma que al obtener satori uno puede convertirse en Buda inmediatamente. De ello se entero Tokusan y disgustado pensó: “Si el Zen realmente proclama eso no pude ser budismo autentico, ha de ser un budismo hechizo”. Entonces decidió dirigirse al sur de China para corregir lo que según el creía, era una enseñanza engañosa.
Confiadísimo y cargando sus propio libros de comentarios sobre el “Sutra del Diamante”, Tokusan abandonó su país. Al llegar a Reishu tenia hambre y encontró una casa de te donde una anciana vendía pastelitos de arroz que se llaman tenjin, palabra que se usa para denominar a los pastelitos pero que en el budismo significa también “revelar la mente”. Tokusan pidió uno para comer. La anciana no era una persona ordinaria, pues en cierta medida tenia el ojo de la iluminación. Al ver a Tokusan, en el acto sintió que este era un sacerdote que poseía conocimientos solo teóricos. Entonces le dijo: “Tienes tantos libros. ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿de que tratan?” Tokusan le contestó: “Estos son libros de mis comentarios sobre el “Sutra del Diamante”. ¿De veras? – dijo ella – Entonces quizá usted pueda resolverme una duda, si lo hace, le regalo el tenjin, si no lo hace no se lo doy aunque me pague”. Tokusan asintió con toda confianza. Entonces la anciana dijo: “En el Sutra del Diamante” hay una frase que dice “La mente del pasado no se puede atrapar, la mente del presente no se puede atrapar y la mente del futuro tampoco”. ¿Con que mente se va comer usted este tenjin?”. Eso dejo boquiabierto a Tokusan.
Como era un hombre honesto, Tokusan trató de no darle a la señora gato por liebre. Humildemente le preguntó si había un maestro Zen en los alrededores. “A unos seis kilómetros de aquí hay un maestro llamado Ryutan”, le contestó la anciana. Sin demora Tokusan se encaminó hacia el monasterio.
Estuvo reunido con el maestro Ryutan desde primera hora de la tarde hasta la medianoche. Los dos se trabaron en un duelo dharma al final del cual Tokusan quedó vencido. El maestro le dijo: “Ya es muy noche. ¿Por qué no vas a tu cuarto a dormir?” Tokusan salió pero la noche estaba muy oscura. Se lo comentó al maestro y este le dio una vela. Apenas había tomado la vela Tokusan, cuando Ryutan apagó la flama. Al instante Tokusan se iluminó.
El maestro Ryutan le murmuró: “¿Qué comprendiste? Tokusan le dijo: “De ahora en adelante jamás dudare de que podemos convertirnos en buda mediante la iluminación”.
Al día siguiente Ryutan platicó la iluminación de Tokusan a los monjes del monasterio. Frente al templo, Tokusan quemo todos los libros que había traído desde su tierra y dijo: “Por elevadas que sean las enseñanzas, en comparación con esta iluminación son como un pelo para el vasto cielo. Por profundo que sea el conocimiento complicado de este mundo, comparado con esta iluminación es como una gota de agua en el gran océano”. Dicho esto, con una mente claramente iluminada y sin el lastre de sus libros, Tokusan abandonó el monasterio de Ryutan.
ZEN Y LOS PASTELITOS DE ARROZ
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Hola Marina. Se dice que cuando Shakyamuni despertó a su condición de Buddha lo hizo exclamando al mundo «Que maravilloso, que maravilloso, todos los seres, la gran tierra y yo hemos alcanzado simultáneamente la Vía». Siguiendo estas palabras me pregunto: quizás más allá de cualquier separación, en el fondo, absolutamente todo no sea más que maravilloso. Gassho
Maravilloso!! Gracias!! Gassho🙏